‘Jóvenes con mucho que contar’ es el certamen de microrrelatos que organiza el Gobierno de Aragón y, por segunda vez, lo ha ganado Belén Lacoma. Esta semana se han entregado los premios de un concurso en el que han participado más de 200 jóvenes.
El texto ganador de esta décima edición de ‘Jóvenes con mucho que contar’ se titula Detrás de la pantalla y lo firma Belén Lacoma, natural de Salas Altas. La joven ya ganó este certamen en 2021 y sus relatos fueron seleccionados en las ediciones de 2022 y 2023. «Para mí es un orgullo haber sido la ganadora», indicaba Lacoma.
Su relato, explica, trata sobre «una chica que es influencer, que muestra una vida que no es real y refleja la poca veracidad que recogen las redes sociales. Lo he relacionado con el tema de la violencia de género, porque es un tema que se puede ocultar en el día a día, como las redes sociales, para que nos demos cuenta de que no es real todo lo que vemos».
El X concurso ‘Jóvenes con mucho que contar’ que ha ganado Belén Lacoma lo convocan el Instituto de la Juventud, el Instituto de la Mujer y la Fundación Piquer. La entrega de los premios estuvo presidida por la consejera de Bienestar Social y Familia, Carmen Susín. Acudieron también la directora gerente del Instituto Aragonés de la Juventud, Cristina Navarro; la directora del Instituto Aragonés de la Mujer, María Fe Antoñanzas, y el subdirector general operativo del Grupo Piquer, David Ariño.
El premio de ‘Jóvenes con mucho que contar’ que ha ganado Belén Lacoma también contó con dos accésits. El primero para Héctor Pedrola (también accésit en 2020) con Coronación en dama, y el segundo para Izarbe Salazar, por La tormenta.
El relato de Belén Lacoma ganador del certamen ‘Jóvenes con mucho que contar’
Cada mañana, [Inserte nombre de mujer] se despertaba entre los destellos de sol que entraban por su ventana y los gritos ahogados que aún resonaban en su mente de la noche anterior. En sus redes, sin embargo, la historia era completamente diferente: el desayuno perfectamente preparado, una sonrisa radiante y un cuerpo esculpido sin rastros de dolor.
Era la influencer perfecta, la que cada día inspiraba a miles de chicas dando su mejor versión y actuando con la mejor de sus sonrisas ocultando el vacío interior que albergaba en ella. Sus publicaciones acumulaban miles de «me gusta» en cuestión de minutos y los comentarios la idealizaban como un ejemplo a seguir. Pero detrás de cada foto, había mucho más.
Vivía en una jaula de cristal, frágil y transparente pero tan perfecta que nadie se atrevía a ver más allá. Su novio, tan encantador en las escasas apariciones públicas, era la sombra que oscurecía su mundo cuando las cámaras no estaban encendidas. El mismo hombre que la acompañaba a los eventos con una sonrisa de orgullo, era el que luego destruía su confianza con escalofriantes tormentas donde los insultos caían como rayos y los golpes eran los truenos más sonoros.
Cada selfie: una cortina de humo; cada sonrisa: el escudo más firme. Maquillaje para el rostro, pero también para las heridas, escondiendo el dolor bajo filtros de colores cálidos y palabras vacías.
Su perfil se convirtió en una colección de publicaciones que originaban una obra de teatro en la que cada día salía a escena una actriz que ocultaba su dolor y donde el personaje principal se encargaba también de dirigir el guión.
Y como todo story de Instagram, ella también desapareció, rodeada de fieles seguidores pero sola ante su maltratador.