A raíz de las declaraciones sobre la ganadería española realizadas por el Ministro de Consumo Alberto Garzón en el periódico británico The Guardian, se ha creado una gran controversia en la sociedad, especialmente derivada de que hayan mezclado o confundido los términos de “ganadería intensiva” y “macrogranjas”. Por ello, antes de seguir es conveniente aclarar toda esta jerga ganadera, porque quien conoce los nombres conoce las cosas.
La producción ganadera se puede realizar de dos formas en función del manejo que se haga con los animales. Si estos son criados sin necesidad de ser estabulados estaríamos hablando de una ganadería extensiva, mientras que si estos se crían dentro de una granja se trataría de ganadería intensiva. En España y en Aragón encontramos estos dos tipos de ganadería que conviven en el territorio, adaptadas al tipo de animal (no tiene las mismas exigencias alimentarias una oveja que un cerdo) y a los recursos del medio (existencia o no de pastos naturales, por ejemplo) y permiten a nuestros ganaderos producir los distintos tipos de productos cárnicos a los que tenemos acceso, siendo en ambos casos de una calidad excepcional.
¿Qué es entonces una macrogranja? Lo cierto es, que responder a esta pregunta es complicado porque no existe una definición a nivel legal de lo que es o a partir de qué número determinado de animales podemos considerar que una explotación ganadera es una macrogranja. Es, por ello, un término ambiguo y que depende de la visión personal de cada uno.
Desde mi punto de vista, y siguiendo la línea de la legislación, que no diferencia entre ganadería intensiva y extensiva, una definición objetiva de “macrogranja” tendría que considerar la capacidad máxima que se fija para las explotaciones ganaderas en la legislación sobre la ordenación de sus sectores, es decir, según las UGM (Unidades de Ganado Mayor) máximas para las granjas de cada especie. Una UGM es una unidad que se emplea para poder comparar a un nivel estadístico y económico a los animales de distintas especies y categorías según su edad. Así pues, una vaca o un toro se corresponderían con 1 UGM, un ternero de 6 a 24 meses serían 0,6 UGM, un cerdo de cebo de más de 20 kg serían 0,12 UGM, una cerda con lechones (de 0 a 6 kg) serían 0,25 UGM, una oveja serían 0,15 UGM o una gallina 0,01 UGM.
En el caso del sector porcino, el Real Decreto 306/2020, de 11 de febrero, por el que se establecen normas básicas de ordenación de las granjas porcinas intensivas, y se modifica la normativa básica de ordenación de las explotaciones de ganado porcino extensivo fija una capacidad máxima para las explotaciones porcinas de 720 UGM, pudiéndose aumentar hasta en un 20% si la Comunidad Autónoma lo autoriza. En el caso de Aragón, este incremento está permitido y estaríamos hablando por tanto de una capacidad máxima de 864 UGM, lo que traducido en cabezas de ganado serían 7.200 cerdos de engorde o 3.456 cerdas madre por granja. En el caso del sector avícola sus producciones también se encuentran reguladas por un Real Decreto (RD 637/2021 de ordenación de las granjas avícolas) y en el resto de los sectores, como es el caso del bovino, en los que hasta el momento no se había tenido necesidad de regular las explotaciones a este nivel, se está trabajando en ello.
Esta no es esta la única legislación que siguen nuestros ganaderos, y es que la realidad es que la normativa que regula este sector, tanto estatal como autonómica, es muy exigente y los estándares y requisitos establecidos son los más altos a nivel europeo. Algunos de los aspectos que son regulados son la bioseguridad, la distancia entre distintas granjas, núcleos de población o puntos de agua; todo lo relacionado con el bienestar animal y la seguridad alimentaria, así como de gestión de los subproductos ganaderos como el estiércol. Toda esta normativa es seguida a rajatabla por todos nuestros ganaderos, que se ven sometidos a controles e inspecciones periódicas. Además, las granjas de porcino y avicultura que superan un determinado número de cabezas de ganado también están sujetos a la normativa de Autorización Ambiental Integrada (AAI) y deben cumplir con las Mejores Técnicas Disponibles (MTD).
Todas estas exigentes normativas y controles unidos a los cuidados excepcionales que los ganaderos les propician a sus animales hacen que el resultado sea una carne de excelente calidad, con un valor nutricional y organoléptico extraordinario, independientemente del número de cabezas que haya en la explotación o del sistema productivo. Y todo esto a un precio que permite que todos los consumidores puedan poner un plato de carne en su mesa.
Por otro lado, es importante destacar la gran importancia que tiene la ganadería en nuestro medio rural, y es que esta actividad es un pilar básico en la vertebración del territorio, supone una oportunidad laboral para muchos jóvenes que quieren quedarse a vivir en sus pueblos y son el sustento de muchas familias que se dedican a esta actividad ganadera o la combinan también con la producción agrícola.
Y ahora sí me quiero centrar en la ganadería intensiva y concretamente en el sector porcino, que tantas veces es injustamente criminalizado por algunos sectores de la población. Este sector ganadero es un pilar para la sostenibilidad del propio medio rural, para fijar población y mantener el territorio vivo. Aquí se crean sinergias entre distintos productores, agricultores, ganaderos y empresas de transformación y de prestación de servicios, porque la base de la economía rural es el sector primario. Y es que esta economía circular que se crea a su alrededor permite revalorizar los cereales que se producen en el entorno de estas granjas y que luego son utilizados para alimentar a estos animales, o que con el purín que se genera de sus deyecciones se vuelvan a fertilizar las parcelas de su alrededor, mejorando así la estructura de nuestros suelos, debido a su contenido en materia orgánica, y permitiendo a los cultivos desarrollarse correctamente. Y finalmente, en este sector la tecnología se pone al servicio de la más eficiente captación de agua, aprovechamiento de la energía y gestión de residuos, de manera que el tratamiento es óptimo. Si hubiese una forma aún mejor de realizar estos procesos, se haría, pues el objetivo siempre es la calidad y la eficiencia.
Cierro estas líneas diciendo que los ganaderos quieren transmitir la tranquilidad a los consumidores, porque cada día dan lo mejor de sí mismos, y el resultado de ese esfuerzo diario, que nunca nos ha fallado, es una carne que llega al mercado con una calidad excepcional.