Cuando de niño pedía algo que excedía las posibilidades familiares, siempre veía censurada mi carta a los Reyes con una explicación que me resultaba incomprensible, porque, si eran “magos” bien podrían colmar mis deseos, aunque fuesen desmedidos.
Mi ingenuidad infantil quedaba entonces satisfecha cuando, al salir al balcón en la mañana de Reyes, encontraba un regalo, generalmente práctico, que no había pedido en mi carta. La frustración de no obtener todo lo que quería no me bloqueó, gracias a Dios, y he seguido escribiendo mi carta a los Magos cada año.
Este año mi carta va a publicarse, en esta sección, justamente en la víspera de la noche de Reyes, y mi ingenuidad me hace esperar que sus Majestades lleven en sus alforjas algo de lo que les pido.
He leído que los obispos de este país están preocupados ante la actual situación social y política, y bien sé que la situación no sólo preocupa a los obispos. Frecuentemente percibo en mucha gente un tufo de ansiedad y hasta de pesimismo por la deriva que está tomando el buque insignia de nuestra patria.
Sin embargo, los obispos afirman, en su declaración, que “el encuentro y la concordia siguen siendo posibles” y se refieren, naturalmente, al encuentro y la concordia entre los que llevan el timón de la nave, que son los políticos, y al encuentro entre nosotros, pues los políticos reflejan el sentir de la gente o la gente termina haciendo suyos los relatos de los políticos, ¡vayan vuestras Majestades a saber!
Citando al papa Francisco, los obispos proponen la imagen del poliedro para soñar con “una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible” (Fratelli tutti, Todos hermanos, 215).
Estoy convencido de que para encontrarse hay que andar por el mismo camino, pero el encuentro es muy difícil o tal vez imposible si el camino está sembrado de obstáculos y, en los últimos meses, se han oído demasiadas voces que incitaban a levantar muros y a afianzar ‘cordones sanitarios’ en torno a los que piensan distinto, con manifiesta voluntad de desencuentro más que de concordia.
Por ello, queridos Reyes Magos, me atrevo a pediros sólo dos cosas: que nos regaléis el gusto por la belleza del poliedro (a ver si aparcamos de una vez la tendencia a fabricar bloques cerrados y excluyentes) y la razonable satisfacción de querer andar por el mismo camino. Es un camino que ya propició una reconciliación entre españoles, que parecía imposible, y que ha proporcionado cuarenta y cinco años de convivencia pacífica. Bien sabéis vosotros que el camino es el del “ordenamiento jurídico propio del Estado de Derecho que nos hemos dado los españoles en la Constitución de 1978, que consagra la separación de poderes y la libertad e igualdad de todos los ciudadanos”, como han recordado los obispos y reafirmó el Rey en su reciente saludo navideño.
Espero que mi petición no exceda vuestras posibilidades y os parezca razonable. Así que confío en que rebuscaréis en los bagajes que portan vuestros camellos y encontraréis algo de lo que os pido, porque este año un regalo de consolación me dejaría demasiado frustrado.