El próximo mes de octubre, en la ciudad de Teruel, la familia Lalanne recibirá el premio que le acredita como Mejor Bodega del Año en Aragón concedido por la Academia Aragonesa de Gastronomía. Un reconocimiento más que se adhiere a la larga lista de méritos cosechados por esta empresa familiar del Somontano a lo largo de su extensa trayectoria.
Ahora la Academia de Gastronomía los acredita como mejor bodega.
Siempre he sentido un agradecimiento especial y sincero cuando nos han otorgado algún premio. Y más, tratándose de una bodega muy pequeña en una denominación de escasa extensión como en nuestro caso.
También me hace ilusión que provenga de la Academia de Gastronomía porque ¡qué duda cabe! los vinos y la gastronomía van muy ligados. Creo que, en la provincia de Huesca, existe una cocina extraordinaria de la que sentirnos orgullosos.
Pero, ¿han hecho algo especial en este último año?
¿Especial? Nosotros, como otras muchas pequeñas empresas seguimos abiertos. Considero que el mero hecho de tirar para adelante ya supone un triunfo.
Vamos ya por la séptima generación Lalanne dedicada al vino en el Somontano. Y confieso que sigo creyendo en el futuro de este sector porque, con mis 85 años, acabo de plantar nuevas hectáreas de viñas.
Su vino, sobre el todo el tinto, obedece a unos cánones, digamos, clásicos.
Nosotros hemos heredado una tradición. Esta casa se fundó en estas tierras en 1894 proveniente de Burdeos. Tras la Guerra Civil, de nuevo, hubo que comenzar de cero. Se encontraba todo arrasado. Durante toda esta trayectoria hemos procurado ser fieles a la forma de trabajar que trajeron nuestros antepasados. Lo principal, la uva y si la uva sigue siendo la misma también la elaboración y la calidad.
Ahora dicen que está creciendo el vino blanco porque a las personas que no beben vino les resulta más fácil. En los últimos años también han cobrado gran importancia las visitas a la bodega que nosotros lo tenemos fácil porque Lalanne es una monada.
Con el tiempo se producen cambios y yo me apoyo en mis tres queridas hijas que van conociendo los vaivenes del mercado. No en vano vivimos el momento de las mujeres.
Un negocio que sigue en manos de la familia.
Y cuando ellas se van de vacaciones se van a visitar bodegas por otros países… ¡me tienen frito! Es una enfermedad intrínseca.
Usted es testigo, como ningún otro, del desarrollo de la denominación de Origen.
Colaboré con la puesta en marcha de varias bodegas. Lejos de verlas como competencia, celebraba que hubiera más.
No cabe duda de que las grandes han llevado a cabo una considerable labor de márquetin y promoción que ha abierto camino. Y han llevado a las pequeñas a lugares inimaginables.
¿Cómo valora la labor del consejo regulador?
Destaco su trabajo en unión y que vela para que se cumplan las normas y las cosas se hagan bien. Además, en el consejo nos sentamos, en una gran mayoría, los propietarios y los viticultores. En definitiva, los que nos jugamos el dinero y eso da otro enfoque a las decisiones. Luis Nozaleda viene desde Madrid; Luis Costa también asiste… y ellos no viven aquí y llevan entre manos grandes grupos. Existe interés porque este sector vaya a más.
¿Bebe vino todos los días?
Desayuno con vino blanco y para comer, tinto. Ya sé que dependiendo de la comida armoniza mejor un vino que otro, pero a mí, personalmente, me gusta el tinto.