Más de 150 familiares de estos siervos acudieron a la eucaristía en la Fiesta de los Mártires del siglo XX y a la posterior sesión de apertura de la causa de beatificación. Muchos de ellos afligidos y emocionados por una historia que, por fin, veía la luz. Y nosotros, hemos hablado con ellos para conocer los testimonios de estos mártires.
Fernando Isanta Pomar e Isidoro Pomar Labrador eran dos sacerdotes descendientes de Peñalba. Isanta ejercía su sacerdocio en Ballobar, pero decidió volver a su pueblo natal cuando la situación empeoró. Estando allí, lo capturaron y mataron cerca de Bujaraloz. Pomar estaba de párroco en Miralsot, al lado de Fraga, donde lo cogieron y asesinaron.
Marta Calavera Isanta, descendiente de ambos sacerdotes, explica emocionada que “recuerdo mucho a mi madre, que era la sobrina directa de ambos y claro, esto le hubiera hecho muchísima ilusión. Ella no había ido nunca a Roma y siempre decía que cuando los santificaran, iría a Roma porque ese era su anhelo”. Me acuerdo mucho de ella y me resulta muy emocionante”.
Además, añade un dato muy curioso sobre la eucaristía que se realizó el domingo. “Me ha alegrado mucho saber que el cáliz con el que ha celebrado la eucaristía don Ángel era de mi tío mosén Fernando Isanta Pomar, es decir, era el cáliz de su ordenación”, explica Calavera.
En Fraga encontramos uno de los municipios que más sufrió esta persecución. Y precisamente allí es donde sucedió uno de los asesinatos masivos más impactantes. Capturaron a todos los sacerdotes de la zona, junto con otros 20 laicos de Fraga, los más representativos. En total 36 personas. Todos asesinados al mismo tiempo.
Domingo Pomar Beltrán conforma otro de los nombres de la causa. Primero ejerció de sacerdote en Tamarite de Litera y luego en La Puebla de Roda unos 10 años. Poco antes de la guerra civil, el obispo lo trasladó a Alfántega. Pensaba que al estar más cerca de su casa (Peñalba) aumentaría su seguridad, pero fue en vano. Murió asesinado a la edad de 36 años.
José María Calavera Pomar, su sobrino, recuerda que “era muy buen músico y formó una banda de música por aquellos pueblos. Enseñaba a los miembros del grupo a tocar todos los instrumentos de viento y transcribía las partituras para la banda. Aún guardo en casa un libro manuscrito por él de partituras que compuso para órgano”.
Graus y sus alrededores también sufrieron este hostigamiento en demasía. En este municipio buscaron a las personas con más relevancia en el pueblo, laicos incluidos. Y entre ellos se encontraba el alcalde, Vicente Salinas.
Un día, con el claro objetivo de capturarlo para matarlo, no consiguieron encontrarlo. Como no dieron con él, sustituyeron su lugar por el de su hijo de 18 años, llamado Vicente Salinas Torres. Junto a otro grupo de personas, fue llevado al cementerio de El Grado, donde lo mataron. Ese día hubo una gran masacre en El Grado.
Dejando a un lado la capital de la Ribagorza, nos desplazamos al Sobrarbe. Lorenzo Lacambra Almanzor ejercía de párroco en Salinas de Hoz y cuando la situación se puso fea, decidió ir a Suelves porque tenía familiares y era un pueblo pequeño y muy diseminado. Junto con el párroco de Suelves, Don Leopoldo Nadal Morlans, se escondieron en una caseta ubicada en una finca de olivares, propiedad de su familiar.
Pasaban los días allí escondidos y por las noches o les llevaban comida o iban a la casa del familiar, propietario de la caseta, a comer. Pero esa situación no duró mucho, ya que una miliciana del pueblo declaró que en una casa del pueblo había dos curas escondidos. Así que fueron a comprobarlo, pero el señor lo negó.
En lugar de dejarlo correr, la miliciana insistió en que allí había alguien escondido. Así que volvieron a ir a su casa y le amenazaron con que o entregaba a los sacerdotes o lo mataban a él. Así que finalmente y a su pesar, los confesó.
Dentro de estos mártires beatos hay dos hombres que destacan por ser Los curetas de Monzón; José Nadal Guiu y José Jordán Blecua. Una de sus familiares explica que uno de ellos le hizo un milagro tan grande, que no olvidará jamás mientras siga viviendo.
“Tuve un ictus, pero no mejoraba. Entonces le dije a mi familia que me trajeran la estampa de él y en ese mismo momento empecé a reaccionar. Era muy querido en la familia porque era un santo”, explica emocionada.
La comarca del Somontano de Barbastro tampoco escapó de esta tragedia. Antonio Coscojuela Azlor, de Costean, era padre de tres hijos. La situación cada vez estaba empeorando más, y él, al ser un laico conocido en el pueblo, temía por su vida. Por lo que se escondió en una bodega situada en la colina scentral de la localidad donde estuvo ubicado el castillo.
Estando allí, llegó un grupo de personas buscándolo. Al ver que no salía, le dijeron: “Antonio, sale, sale, va hombre sale, que no te pasará nada”. Como no tenía otra escapatoria, no le quedó más remedio que salir, y nada más hacerlo, le mataron.
“Mi hermano el mayor, recuerda ver subir por la calle a aquellos que se llevaban. Pero claro, veía algo raro, pero no llegó a comprender que se trataba de eso” narra su hijo menor, que por aquel entonces contaba 5 años.
Pese a que la causa de beatificación es de 252 siervos de Dios, cabe destacar que los asesinatos que se realizaron fueron tan masivos, que algunos laicos no aparecen en la lista.
Como Ángel Martínez Berenguer. Nacido en Fraga y conocido en el pueblo por ser un laico católico practicante. Incluso disponía en casa de una capilla en la que se celebraban algunas eucaristías.
Un día cualquiera entraron en su casa, le quemaron la capilla y lo encerraron junto a otro grupo de personas, todos atados de las manos. Los obligaron a pasar por un tablón y cuando atravesaban el centro les disparaban, para luego quemarlos, estuvieran muertos o vivos. Esto ocurrió en Fraga, el 24 de julio de 1936. Falleció a los 44 años y dejó mujer y 5 hijos.
Estas son solo algunas de las historias de las tantas que sucedieron en este trágico episodio de la guerra civil española. Y es importante exponerlas, para que estos siervos de Dios no caigan en el olvido.
Tres siervos: dos sacerdotes y un zapatero laico en Graus
Joaquín y Fermín Gabás Saura eran dos hermanos sacerdotes procedentes de Liri. Joaquín fue sacerdote en Altorricón durante varios años, lugar donde le asesinaron.
Fermín fue sacerdote de Perarrúa, municipio en el que residía junto con su hermano. Estuvo preso durante una temporada en la cárcel y cuando lo soltaron lo mataron en Graus.
Pero esta familia también tiene a otro laico asesinado, Salvador Latorre Nogueras. Nacido en Graus, regentaba una alpargatería junto con su hermano. Era viudo y tenía dos hijas: Araceli y Pilar. En esa persecución de personajes reconocidos de Graus, Salvador tuvo la mala suerte de ser uno de sus objetivos, simplemente por ser propietario de una tienda y laico.
“A mi abuelo lo obligaron a trabajos forzados en la Fuente de Regustrán de Graus. Y mi abuelo, que iba allí obligado, cada día que volvía a casa traía una piedra. Si el trabajo había sido muy duro, la piedra era muy gorda y si había sido muy fácil, traía una piedra muy pequeñita. A día de hoy guardamos en casa 10 piedras de aquellas”, declara su nieta, Pilar Gascón Latorre.
Tras finalizar los trabajos forzados, lo encarcelaron. Un día le soltaron y este decidió despedirse de su hija porque intuía lo que iba a pasar. “Mi madre era pequeña cuando mataron a su padre y solo se acuerda de que un día mi abuelo la llamó, se despidió de ella y ya no lo volvió a ver, fue un drama”, explica Gascón.
Tras esa despedida, fue arrestado junto a otro grupo de 21 personas que trasladaron al cementerio de El Grado. Mismo grupo en el que asesinaron a Vicente Salinas Torres. “La noche que los mataron a todos en el Grado fue horrorosa y se dice que las mujeres del pueblo oían los gritos, siendo que estaban lejísimos” narra su nieta, Pilar Gascón Latorre.
Cuando el municipio de Graus se enteró del asesinato de esos 22 vecinos en El Grado, se pusieron de acuerdo para ir a buscar los cuerpos y enterrarlos en el cementerio de su pueblo natal.
Pero estas tres historias no acaban aquí, ya que sus vidas se mezclaron en medio de este suceso. Como se ha explicado, Fermín Gabás Saura fue encarcelado antes de su ejecución. Estando en la cárcel, llamó a Salvador Latorre Nogueras, quien era familiar suyo, para pedirle un colchón, que este le llevó.
Tras el asesinato de Gabás, Latorre fue a recoger sus pertenencias, entre ellas el colchón. Cuál fue su sorpresa cuando descubrieron que el párroco, antes de su fallecimiento, dejó una carta de despedida para su familia dentro del colchón porque ya sospechaba cuál sería su destino.
Tal y como se puede apreciar en el mapa, Graus forma parte de aquellos municipios que más sufrieron esta persecución religiosa. Es por ello que se debe conocer la historia de los 22 grausinos capturados y alejados de su pueblo natal, para posteriormente ser asesinados en el cementerio de El Grado.