Sandra Araguás vive del cuento. Es lo que más le apasiona; ir de pueblo en pueblo contando pequeñas historias, a niños y mayores, que le hacen llegar gentes de la zona. Sandra es de Huesca pero en verano se viene a El Grado a disfrutar del Somontano, donde cuenta con numerosas actuaciones en los próximos días: El domingo estará en Azahara, el día 30 en Artasona y el 1 de agosto en Costean. «Por el Somontano es fácil verme, quien quiera cuentos en verano me va a poder encontrar sin problemas», asegura. Lo bueno de sus cuentos es que se adaptan «muy fácilmente» a cualquiera de nuestros pueblos: ya sea plaza, era o rincón. No lleva megafonía y la infraestructura es básica.
Hace diez días estuvo «fenomenal» en el frontón de Hoz de Barbastro. Allí le esperaban pequeños y mayores, una sesión «que son las que a mí me gustan, para todo el pueblo». La de aquel día fue ‘Que los cuentos sean fiesta’, una composición con historias del Pirineo que preparó el año pasado una vez canceladas las fiestas de los pueblos.
¿Y de dónde nace la vida de cuentista? «En el 2000 me dieron una beca de investigación en la que tenía que recoger, con dos compañeras más, tradición oral en la Sierra de Guara. Estuvimos en 23 pueblos de toda esta zona y allí fue el inicio como investigadora. Poco a poco los cuentos se fueron metiendo más en mi vida y fue Elías, de las Almunias de Rodellar, uno de los abuelos que entrevisté, que me dijo que, en realidad, el trabajo que hacíamos no valía de nada publicar un libro con lo que habíamos recogido si esos cuentos se quedaban a criar polvo en una estantería. Decía que si él me los había contado era para que yo los siguiera contando. A partir de ahí la cabeza te da una vuelta y poco a poco empecé a contar cuentos en bibliotecas, colegios y pueblos. Ahora vivo del cuento».
Por si fuera poco también sigue con la investigación de tradición oral y es que «ahora estamos haciendo una de ribagorzano», sañala. Escribe y también posee una humilde editorial, por lo que su vida gira alrededor del cuento.
La llegada del covid fue un palo duro y brusco para ella. Era la primera vez que salía lejos de casa a contar historias y la pandemia le pilló en Santiago de Compostela. «El primer estrés fue volver a casa y que no me quedara por ahí tirada. El segundo fue en el viaje y la cancelación de todo el trabajo que tenía el resto del año», lamenta. Confiesa que el primer mes que estuvieron confinados fue «durísimo» porque los dos en su casa son autónomos y viven del cuento. La agenda quedó completamente en blanco, vacía, con multitud de fechas disponibles y sin ninguna actuación. Por suerte, en verano, Sandra empezó a trabajar haciendo pequeñas sesiones de cuentos; «todo muy controlado y con muchas medidas de seguridad».
La conversación con Sandra Araguás coincide en un día muy feliz porque una niña de Tardienta le ha escrito para decirle que se acordaba de ella porque había ido muchas veces a su pueblo. Ahora, esta joven que va a pasar a 2º de la ESO ha decidido que quiere ser escritora. «Cuando ves que tienen la posibilidad de acercarse a este mundo es fantástico. Lo bueno de Huesca es que estamos cerca, que somos poquitos y que mucha gente se mueve de un pueblo a otro. Muchos dicen que cuando sean mayores quieren ser cuentistas. Cuando los niños se acercan a la oralidad disfrutan todos, ya sean de 3, 6 ó 12 años. Otra cosa es que quieran acercarse, pero disfrutan todos. Hay semillas», añade contundente.
En Hoz de Barbastro, cuenta, se le acercó una maestra de educación infantil que estaba jubilada y «me dijo que estaba emocionada porque yo iba a su pueblo. Ella había leído muchas veces mis cuentos en su clase y no se podía imaginar que alguien como yo fuera a pueblos tan pequeños». Sandra, sorprendida, le contestó que precisamente era ella quien quería vivir de esto; de ir por los pueblos y no le importara que hubiera 5 ó 10 niños. «Fue muy bonito que la gente viera que vivo por ellos, por las historias que me cuentan abuelas y abuelos», subraya.
La oratoria en la educación
La ausencia de la calidad de la oratoria en el sistema educativo es un hecho que cuestionan muchos sectores. A ojos de la protagonista, en nuestra educación «falta oralidad». «Es verdad que en infantil los niños escuchan muchos cuentos, pero luego en primaria eso desaparece. Estamos en un momento en que se pierden esos canales de oratoria que cada vez faltan más. Si no ven desde pequeños estas herramientas luego ellos a la hora de expresarse o de hablar en público, no terminan de desarrollar el código como el que está acostumbrado a oír cuentos desde pequeño. Hay que seguir insistiendo», advierte, y siente que es una de sus responsabilidades ya que su labor es esa: «La difusión y que llegue la oralidad a cuantos más niños mejor».
Al fin y al cabo, las historias no tendrían nada que hacer sin los cuentos. Y los cuentos no tendrían sentido sin las historias. Lo que pasa, concluye, «es que hemos perdido estructuras de saber contar relatos más elaborados o historias tradicionales, y esas son precisamente las que atrapan a los oyentes. Cuando cuentas un cuento tradicional todo el mundo está en silencio, ya sea un niño o una abuela».