Este domingo se celebra la festividad de la Candelaria, la Presentación del Señor en el Templo. Un día que, según algunas tradiciones, marca la fecha para desmontar el belén que nos ha acompañado desde el inicio de las Navidades.

Resulta curiosa la coincidencia con el episodio vivido esta semana en la sesión ordinaria del Ayuntamiento de Barbastro. Porque lo que se vivió es lo que coloquialmente denominamos “montar o armar el belén”. Desconocemos si la intención de alguno de los presentes era esa: generar riña y alboroto. Intencionadamente o no, es lo que ocurrió, hasta el punto de llegar a una situación nada ordinaria: un receso para calmar los ánimos.

No se puede negar, porque así lo marca el reglamento (datado en 1986), que “solo puede hacer uso de la palabra previa autorización del alcalde”. Ni que este pueda llamar al orden a cualquier miembro de la corporación que “profiera palabras o vierta conceptos ofensivos al decoro de la Corporación o de sus miembros”, “altere el orden de las sesiones” o “pretenda hacer uso de la palabra sin que le haya sido concedida o una vez que le haya sido retirada”. El mismo reglamento recoge que “tras tres llamadas al orden, podrá ordenarle que abandone el local en que se celebra la sesión”.

El alboroto se calmó tras el citado receso y la concejal expulsada volvió a su asiento. Pero el espectáculo queda para los anales de la ciudad. Grabado, pues los videos de las sesiones conforman parte del acta oficial del Ayuntamiento.

Nuestros representantes, cabe recordarlo, son vecinos que, voluntariamente, dieron el valiente paso de conformar una lista electoral para trabajar por la ciudad. No se les requiere ninguna formación especial, pero se les agradecería que, una vez toman posesión de sus actas de concejal, destinaran un poco de su tiempo a leerse la reglamentación sobre sus funciones, deberes y potestades. Seguramente nos hubiéramos ahorrado el belén que se armó en fechas en las que deberíamos quitarlo hasta las próximas Navidades.