Falta poco más de una semana para que demos por amortizado el año 2023. Lo haremos después de felicitarnos por la salud (aunque deseamos que alguno lo haga también por la suerte de la Lotería Nacional).
A continuación, tras vivir el período de Adviento, nos felicitaremos por el Nacimiento de Jesús y lo que supone. Este hecho es sobre el que pivotan estas fiestas navideñas que han tomado otros muchos carices en nuestra sociedad.
Así que, en plena recta final del año, toca repasar lo conseguido. Y lo que no se ha logrado. También tomar conciencia de que los deseos y buenos propósitos no son suficientes para alcanzar nuestros objetivos. Se precisa, además de voluntad, establecer unas prioridades y emprender un duro y serio trabajo.
En este mundo que nos ha tocado vivir, la imagen, la que ofrecemos, se ha colocado en el centro de todo. Una buena foto parece cubrir el expediente, aunque detrás no haya contenido.
Esta debe ser una lección para todos. La Navidad nos pone delante la realidad de lo importante. Como nos recuerda Cáritas en su campaña (más allá de las luces), o nuestros colaboradores: Araceli Cavero y su deseo de que prestemos atención a quienes no tienen, al pobre, al marginado.
O José María Ferrer, con “la magia de la Navidad”: en el conflicto, ser capaces de aumentar la confianza en Dios.
Así que, dejemos de lado las luces deslumbrantes de la Navidad y prestemos atención al trabajo bien hecho; a las cuestiones realmente relevantes en nuestra vida individual y en la familiar, la social, la colectiva.
Es preciso disfrutar de los buenos momentos que nos brinda la vida, pero también permanecer con los pies en el suelo y saber apreciar lo que queda cuando se apagan las luces: las de Navidad, las del foco que ilumina una buena foto.
¡Feliz Navidad!