El 2021 acabó siendo un año complicado para el sector agrario y el 2022 está empezando todavía más complejo. Los agricultores aseguran que no obtienen un precio justo por sus productos que les permita alcanzar una mínima rentabilidad. La subida de los fertilizantes, el gasóleo, el agua y la luz, entre otros costes, asfixia a los productores que no ven el incremento en el precio final. Auguran un futuro negro para los pocos jóvenes que se animan a subir al carro de la agricultura y lamentan el cierre de muchas explotaciones, que pasan a las grandes empresas.
En esta profesión, que es pura vocación, siempre se ha vivido al límite. Tampoco se le ha valorado lo suficiente, aunque con la pandemia fueron uno de los sectores esenciales, “porque la gente vio que no tenía alimentos para llevarse a la boca”. Hablamos con dos agricultores del Somontano que no quieren caer en el pesimismo que hace años acompaña al campo pero creen que el futuro de la profesión está muy complicado: “Antes, una familia salía adelante con 50 hectáreas y 10 vacas. Hoy tienes 200 hectáreas y mil ovejas para equilibrar costes y ajustar las cuentas”.
“Desde la pandemia, los precios han subido tanto como cuando cambiamos de la peseta al euro”
Santi Escudero
En el municipio de Ilche, Santi Escudero cultiva cebada, maíz, alfalfa y un poco de guisante verde. La cosecha del año pasado fue “normal” porque los precios de venta “acompañaron” y está en una zona de regadío. Sin embargo, este año las expectativas son complicadas. “Debido al aumento de los precios, previo a la guerra, los costes de producción se han elevado muchísimo, en algunos casos triplicado. Aunque los precios de venta son buenos, tenemos que hacer las sumas al final, porque todavía no hemos cosechado”, advierte el agricultor.
Relevo generacional
En su caso, donde más está notando la inflación es en los fertilizantes. “Son una parte muy importante. El gasoil también se nota mucho pero tratamos de hacer técnicas de mínimo laboreo, ya no solo por el consumo sino por el tema medio ambiental y evitar la erosión”, añade. Apunta que en otras zonas del Somontano estarán pasándolo peor por el bombeo del agua. Asegura que los precios estarán “alrededor de 100 euros los mil litros cúbicos”, traduciéndose en “800 o 900 euros por hectárea”. “En nuestra zona un 85% es de la comunidad de regantes y el coste es solo el del agua en sí, no el de la energía del bombeo”, señala.
Reconoce Escudero que nunca había vivido una situación así. “Desde la pandemia han subido los precios tanto como cuando cambiamos de la peseta al euro. Pero es que llega un momento en el que te pegas toda la vida sin subir el precio de la cebada y de repente ha subido”, subraya. En ese sentido, el aumento del nivel de vida ha supuesto que “antes con 50 hectáreas podías vivir tranquilamente, y ahora tienes 200 y no puedes”.
Por otra parte, cree que no se valora lo suficiente tanto el agricultor como la agricultura, “por lo menos hasta hace poco”. “Hay que favorecer al productor local y cercano. Cuando hay crisis como esta y dependes de productos del extranjero, te das cuenta de que siempre vas a tener alguien cerca de tu casa produciendo lo mismo”, indica. Además, hace falta mano de obra y relevo generacional. “Ahora es imposible empezar de cero. Hace años los agricultores que se jubilaban dejaban las tierras para que las trabajasen y cobrar una renta. A día de hoy, explotación que se cierra, explotación que se lleva una gran empresa que hace las cosas corriendo y ahorrando costes”, explica. Por último, apela hacia la buena formación para los futuros agricultores y por la profesionalización del sector. Para este domingo, pide a San Isidro tener los pantanos llenos, “porque si no tenemos agua, no podemos trabajar”.
La solución, en el precio final
Raúl Jordán cultiva cereal, principalmente trigo y cebada, en el Somontano. Además, tiene ganadería porcina y bovina. Califica el 15 de mayo, San Isidro, como la mitad del año agronómico. “El santo decide. Mayo es el mes clave. Hemos empezado las siembras con los precios disparados, pero la expectativa, de momento, es buena tanto en precio como en cantidad”, explica.
Sin embargo, esta perspectiva positiva no aclara la actual situación de sobrecostes. Indica Jordán que los gastos afrontados hasta ahora son “desorbitados”. “Se han doblado y triplicado desde hace un año. Es exagerado. La solución al final es esperar cobrar el doble. Por algún lado tendrá que salir y se verá repercutido en el precio de venta al público. Lo que está claro es que no tenemos que vender por debajo de lo que nos ha costado”, aclara el agricultor.
Asegura que parte de los sectores de la agricultura están agonizando. Sostiene que llevan toda la vida con una soga en el cuello, que la aprietan y aflojan intermitentemente. “Estamos siempre en el límite. Los agricultores pequeños son los que se van a quedar atrás. En cambio, los grandes tendrán que reajustar sus cuentas. O la administración se pone las pilas, o no sé cómo acabará el sector. Lo que tengo claro es que el agricultor medio de toda la vida, si seguimos con estos precios tan altos, al final desaparecerá”, lamenta.
“Estamos siempre al límite. Los agricultores pequeños son los que peor lo están pasando”
Raúl Jordán
En ese sentido, señala que “hay muchas bajas por jubilación, más que incorporaciones de gente joven”. “Hace falta mano de obra y no hay relevo generacional. Si no se ayuda con incentivos, normal que no se atraiga a los trabajadores. Las horas que hacemos no son normales. Hay días de 10 o 12 horas diarias. El trabajo del agricultor está infravalorado y no está compensado”, añade.
Por otro lado, apunta Jordán a la burocracia como causa de las muchas trabas que sufren los agricultores. “Ahora no somos agricultores, ahora somos gestores agrícolas. Yo no estoy capacitado para hacer muchas cosas. Con una ingeniería lo tienes todo solucionado. Nos exigen un asesor fiscal, otro laboral, etc.”, señala. Indica que la agricultura camina hacia “una agrupación o cooperativismo”. “Si es a nivel local, juntarse cuatro o cinco agricultores con potencia. Sobre todo para las siguientes generaciones, porque empezar de cero es inviable. Los que vienen detrás lo van a pasar mal si no arreglamos algo ahora. Con las trabas que hay es imposible”, subraya.
Por último, pide a San Isidro Labrador que llueva. “Tenemos que sacarlo a pasear y que caiga algo de agua y traiga conciencia a los políticos”, añade.