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Josan Montull Al levantar la vista
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El carrito del ligue

Josan Montull Al levantar la vista
30 septiembre 2024

Los noticieros televisivos son cada vez más escalofriantes. Te sientas tranquilamente a ver las noticias para intentar estar al día, y lo que ves te produce escalofríos: la guerra de Ucrania, con un aporte de material bélico permanente; la guerra en Gaza y Líbano, con matanzas sobrecogedoras que se ensañan con los niños y los más frágiles; la llegada a nuestras costas de pateras cargadas de hombres, mujeres y criaturas que huyen del hambre, la injusticia y la violencia; la vergonzante deriva de la política española, con representantes del pueblo que se insultan con mala educación mientras cobran sueldos importantes; los sucesos de Venezuela, con una violencia cada vez más manifiesta… Lo cierto es que el televisor inquieta cuando muestra un mundo canalla que produce víctimas inocentes y perpetua el horror.

Pero, como quien no quiere la cosa, y gozando de muchos minutos de tele, ha habido una noticia que me ha descolocado y me ha hecho tomar conciencia de que hay quien nos considera imbéciles de solemnidad.

Me refiero al tema de los ligues en los supermercados. La televisión va detallando, con una sonrisa picarona de quien presenta, qué es lo que hay que hacer para tener éxito en alguna aventura sentimental. Es, al parecer, la nueva moda. El súper se convierte en el terreno para la seducción que cuenta con todo un reglamento –detallado en el noticiero y que, lógicamente, hay que conocer– que expresa las peticiones del que arrastra el carrito y busca algún rollete.

Hay que llegar a una hora concreta, no valen todos los momentos del día. Luego hay que conocer y dominar bien el código de lo que se pone en el carro. De entrada, hay que poner una piña al revés (para diferenciarse –con esta postura anómala– de los que compran la piña para su despensa).

Luego hay otros productos que van dando concreciones sobre las apetencias del seductor o seductora. Si, por ejemplo, se añade un paquete de lentejas, es que se quiere que el romance tenga larga duración (las legumbres que duran más tiempo y cocinas platos hogareños). Una relación rápida, esporádica y fugaz se expresa con productos de pronta caducidad: una lechuga, una pizza precocinada. Si lo que se quiere es una relación definitiva, hay que poner un melón.

Una vez que el carrito tiene lo pertinente para expresar las preferencias románticas de quien lo lleva, hay que recorrer los pasillos del supermercado buscando a otra persona que han puesto lo mismo en su carrito. Si se la encuentra y el paseante del carrito es del agrado del seductor, hay que chocarle con el carro mientras se esgrime una sonrisita picarona buscando que surja el amor.

Pues sí, semejante gilipollez ha salido en los telediarios, tamaña imbecilidad ha sido noticia… una noticia que ha ocupado tantos minutos, o más, que las de las tragedias que nos estremecen.

Y es allí cuando uno, como les decía, empieza a convencerse de que, en este país –burguesito, de charanga y pandereta– hay quien nos quiere tontos, pero muy tontos, manipulables y tontos. Que esta memez sea noticia es una prueba de la mediocridad intelectual, y hasta moral, de quienes mueven los hilos de las informaciones.

Hay quien nos quiere incultos, acríticos y manipulables. Hay quien quiere hacer de nosotros unos perfectos melones… tan melones que, si nos descuidamos, acabaremos en el interior de un carrito del súper a la hora del amor.

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