El entrenador de fútbol es una peculiar especie humana caracterizada por la precariedad de su trabajo. Tiene como característica principal, aparte de otras cosas, la de ser culpable en un porcentaje muy alto de los malos resultados de su club y en injusta reciprocidad se le otorga un porcentaje por debajo de lo merecido en los éxitos de su equipo.
Viene esto a cuento por la destitución de Ricardo Gil como técnico del Sommos UD Barbastro, después de que hace seis meses el club estuviera en una inestabilidad manifiesta. Después de que se gestara una plantilla en tiempo récord con los errores clarísimos que suponen las prisas y, sobre todo, cuando se habla de un proyecto a medio plazo, entiendo que la confianza total en el cuerpo técnico es imprescindible. Sabiendo el empeño del señor Gil en su trabajo, y entiendo que dicho trabajo, más la confianza y paciencia por parte del club, acabarían dando sus frutos.
Pero aquí y en el resto del planeta siempre se corta por el lado más débil; que es el entrenador. Quizás por que sea la situación económica y administrativamente más ventajosa para el club en la enorme mayoría de los casos.
Solamente una reflexión: muchos de los proyectos futbolísticos importantes se han basado en la confianza en el entrenador y en un proyecto deportivo que para mí y en esta ciudad sería el trabajo exhaustivo de cantera, como se hace en muchos pequeños municipios del norte de España.
Apoyo de manera incondicional a esta junta directiva de la ilusión aun discrepando de algunas decisiones, como este cambio de entrenador. Pero sería injusto no reconocer el trabajo descomunal que está suponiendo esta complicadísima temporada.
Lanzo los mejores deseos para el mister Ricardo Gil y en la misma medida para el nuevo inquilino del banquillo rojiblanco.