La Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (Afammer) lleva muchos años pulsando la vida de los pequeños municipios. Por ello hablamos con Raquel Cosculluela quien, con dos décadas de trabajo en esta entidad, conoce de primera mano cómo se ha transformando la vida en los estos lugares.
A su juicio el medio rural se caracteriza por…
El sentido de familia. En las poblaciones pequeñas, y aquí excluyo a las capitales de comarca como Barbastro, se da una cercanía, un trato que no resulta posible en núcleos más poblados. En general, los vecinos actúan como una familia extensa, con red de apoyo, se conoce al vecino, se le valora. Yo hablo de un entorno cálido.
Podemos caer en la idealización de los pueblos.
No debemos idealizar porque en todas las relaciones humanas puedes surgir conflictos. También en los pueblos. Sin embargo, a nadie se nos escapa que en los sitos pequeños el anonimato resulta complicado. Para mí esta cercanía significa la fuerza de los pueblos.
¿Cómo integramos a los nuevos pobladores?
El esfuerzo viene por ambas partes. Yo animo a estos vecinos a que matriculen a sus hijos en la escuela rural y se apunten a las asociaciones de la localidad. Si tus hijos se desplazan a Barbastro al colegio, a extraescolares, no acudes a las fiestas populares… no vives lo rural. Resides en un pueblo dormitorio y has trasladado un modo de vida urbano al medio rural. A su vez, está la acogida y la bienvenida de los vecinos habituales.
Mujer rural, ¿lo considera un término peyorativo?
En absoluto. Es más, las mujeres de los pueblos deberían sentirse muy orgullosas de vivir donde viven. Ellas mantienen esa calidez, esa capacidad de unión tan característica del medio rural y la identidad de los pueblos. Además, ¿dónde se ha llevado mejor la pandemia si no en los pueblos?
Los servicios siempre salen en las conversaciones cuando nos referimos al medio rural.
La mayoría de los pueblos se encuentran muy bien dotados. Hablo del Somontano, del Cinca Medio… en general de nuestras comarcas del altoaragón. Eso sí, estos vecinos exigen buenas carreteras y conexión a internet. Aún persisten puntos sin cobertura que se deberían subsanar porque internet resulta imprescindible para la vida de hoy. Y mucho más si queremos atraer a nuevos pobladores. Y las mujeres también participan de internet porque posibilita que se sientan más comunicadas.
Ustedes organizan muchas actividades, ¿qué gusta ahora?
A veces, desde Afammer, nos complicamos la vida porque queremo innovar pero lo que triunfa es lo tradicional. Por ejemplo, los talleres para hacer jabón casero o mondongo cuentan con una estupenda acogida y, además, les permite poner en común sus propios conocimientos y las técnicas que ellas aprendieron de jóvenes en sus casas. En estos momentos intentamos integrar unos talleres que denominamos de forma genérica Mujer poderosa. Buscamos que la mujer crezca como persona, que conecte con su fuerza y su feminidad. Pero sin caer en el feminismo (tal y como se entiende ahora) o en la reivindicación de género. No se trata de eso.
La edad media de sus asociadas va subiendo.
Nos enfrentamos a un desafío. ¿Cómo incorporar a las más jóvenes? Se observa en todas partes que cada vez cuesta más que las personas se comprometan. El mundo se ha vuelto más individualista y las asociaciones no somos ajenas a este fenómeno. Nuestras socias han vivido esta unión y ese compromiso desde pequeñas y por ello perviven tantas asociaciones. Pero, desde luego, se requiere el compromiso de los más jóvenes para que el asociacionismo siga vivo.