El primer Espacio de Encuentro de El Cruzado Aragonés, dedicado a los retos del sector energético, ha puesto el foco en el consumidor. Un consumidor que, como apuntó el director general de Gaselec (y reiteró uno de los asistentes en el público) en muchas ocasiones, no sabe leer su factura eléctrica como tampoco su nómina. Pero que ha pasado a tener un papel que va más allá de darle al interruptor y pagar lo que su compañía le apunte que le corresponde.
Al final, la tendencia señala a un usuario que, igual que “domina” la red de redes, pueda tomar la energía que necesita, devuelva la que no o la regale si lo considera. Eso sí, como señalaba otro asistente, el beneficio para la empresa y el ahorro para el consumidor son el eje central de las decisiones.
Y aquí, una vez más, en una sociedad que cada vez valora más el consumo de proximidad, tenemos la oportunidad de acudir a las empresas pequeñas. Aquellas de las que conocemos el nombre, dos apellidos y casi casi sus pequeñas costumbres. A la vez, por esa cercanía, también son capaces de saber de los problemas de sus clientes. Y eso siempre supone una ventaja.
Sin embargo, las empresas pequeñas se encuentran con inconvenientes. David contra Goliat. El fuerte consigue adaptarse más rápido a los cambios de un mercado muy voluble, el energético, que depende de múltiples factores que se escapan del control del consumidor.
Así que, estimado lector, estimado consumidor, que sepa que tiene en sus manos opciones para tomar el control sobre su consumo. Y hacia ahí se dirige el marco europeo. Pero también que ese consumo de proximidad que ya tenemos asumido en sectores como el alimentario o gastronómico, también es posible en el energético. Ya sabe, el vecino le atenderá mejor que alguien que se encuentra a cientos de kilómetros y para el que usted es tan solo un número.