Este mes de febrero ha regresado a la programación cultural de Barbastro una nueva cita con el programa ‘Ciudad ciencia’. Diego S. Intrigliolo, director del Centro de Investigaciones sobre Desertificación del CSIC disertó sobre El agua que comemos.
¿A qué hizo referencia el título de la conferencia?
Al agua que utilizan los cultivos para producir. Virtualmente, comemos el agua que las plantas han necesitado para dar alimentos.
En el Centro de Investigaciones sobre Desertificación resulta vital el estudio de este aspecto.
La producción de alimentos depende de que las plantas utilicen esa agua, en cualquier ambiente. En los más áridos, cuando no basta con la aportación de las precipitaciones y con lo que haya sido capaz de acumular en suelo, hay que aportarlo externamente, con riego, por ejemplo. Este uso del recurso se debe realizar de la manera más eficiente posible para compatibilizar la necesaria producción de alimentos con una actividad agraria económicamente rentable y con la conservación de recursos hídricos y del suelo. Resulta clave para la protección de nuestro medio ambiente y de los ecosistemas. De ahí la importancia de estos estudios.
Se perciben períodos secos cada vez más largos, menos lluvias… ¿Los cultivos de secano, tan arraigados a la cultura mediterránea, no albergan buenas expectativas de futuro?
Nos encontramos en una situación difícil. Con cambio climático o sin él, la zona mediterránea es semiárida y siempre ha habido períodos de más o menos sequía. No está claro si la precipitación en su conjunto está disminuyendo, pero sí es evidente que hay más episodios extremos y, por ello, la cantidad de agua que podemos aprovechar realmente es menor. Y cada vez nos encontramos más sujetos a una mayor presión por los recursos hídricos. Porque la población va en aumento y las condiciones medioambientales llevan una mayor demanda evaporativa cuando hay más temperatura.
Una solución pasa por el regadío, con riesgos como la sobreexplotación y que cada vez sea más costoso extraer los recursos hídricos, con posible salinización o contaminación. Pero existen otras, como el uso más eficiente del suelo con los recursos de los que disponemos, con el manejo del suelo y los sistemas agrarios para hacerlos más resilientes a esas condiciones de sequía, para que el suelo pueda almacenar más agua o que el cultivo tolere mejor la sequía, más diversificación de cultivos, con variedades más resistentes a la sequía.
En esta línea van sus investigaciones, evaluar el material genético para que pueda emplearse en la eficiencia del agua, que las plantas que aguanten mejor….
Es una de las posibilidades. En el caso de la vid, existen variedades más tolerantes y otras menos. Por ejemplo, sabemos que algunas están más adaptadas a un ambiente más áridos y tenemos que estudiar cómo son capaces de tolerarlo o aguantar mejor los episodios de calor extremos.
¿Cuáles son esas variedades?
Por ejemplo, la garnacha aguanta mejor frente al cabernet sauvignon. Y en blancas, la macabeo frente la gewürztraminer. Pero no se trata solo de que la vid tolere la sequía, sino de que dé vino de buena calidad, saber sacarles todo el partido.
Con la conferencia, ¿pretendió informar de estos avances o despertar la conciencia sobre lo que cuesta alimentarnos y lo que supone para el medio ambiente?
Las dos. Se trata de entender lo que supone la producción de alimentos en cuanto al gasto hídrico y medio ambiente, también de encontrar soluciones. Soy ingeniero agrónomo y me gusta poner el foco en el problema, pero también buscar las soluciones. Según mi punto de vista, no basta en recortar en exceso la superficie en regadío, sino que este sea eficiente y se haga de manera responsable. Hay que encontrar un equilibrio.
¿Queda mucho en materia de modernización de regadíos?
Sí, hay trabajo en modernizar regadíos, pero no solo eso. Una vez modernizados, se deben gestionar, no todo pasa por infraestructuras muy avanzadas. Incluso, a veces, sin modernizar se puede hacer un uso eficiente de algunos riegos. Además, se precisa trabajar en la gobernanza del agua para que sepamos gestionar todas estas nuevas tecnologías a nuestro alcance.
¿Qué responsabilidad pueden asumir los consumidores?
Los consumidores tienen derecho a alimentarse, obviamente, y pueden demandar productos obtenidos con una gestión agronómica más eficiente y más compatible con la protección del medio ambiente. En un momento dado, pueden asumir que pueden pagar más por algunos productos. Además, pueden emprender acciones para reducir el desperdicio alimentario. El primer ahorro en agua, fertilizantes y ciertos insumos en agricultura tiene lugar en la producción y si no lo vamos a consumir… O la economía circular, con separación de residuos, compostando materia orgánica…