Somontano

El sol asfixia al tomate rosa

A punto de finalizar la campaña del tomate rosa de Barbastro, el balance provisional no resulta halagüeño

tomate rosa
A punto de finalizar la campaña de tomate rosa, se está recogiendo un 25 por ciento menos que otros años. Foto: R. Zamora
Lola Gª Casanova
26 septiembre 2022

Óscar Olivera, presidente de la Marca Tomate Rosa de Barbastro ha explicado que este 2022 se recordará como un “año complicado por sus altas temperaturas, escasa humedad relativa y falta de lluvias”.

A pesar de que la temporada está por cerrar, (puesto que aún se comercializa esta hortaliza), en general, Olivera asegura que la producción total no ha superado los dos millones de kilos. Una cifra que significa alrededor de un 25 por ciento menos respecto a un año normal.

“El tomate rosa de Barbastro, al tratarse de una variedad pura, resulta muy sensible a estas condiciones climáticas. En este año, las explotaciones en exterior (que no cuentan con ningún tipo de protección frente al sol, ni toldo, ni invernadero), han resultado las más afectadas. La flor no cuajaba y, en muchos casos, han aparecido más plagas”.

Señala Óscar Olivera que la demanda se mantiene estable. No obstante, cabe reseñar que la merma en la producción no repercute en un aumento de precios para el agricultor ya que la cosecha llega muy concentrada.

“Quienes comercializan fuera de esas semanas tan concretas de agosto logran un mayor beneficio. Por eso animamos al productor a que aumente el cultivo de variedades tardías para que haya tomate durante más tiempo”, señala.

Mariví Martínez y Antonio Risco, horticultores de tomate rosa. Foto: Lola García

Mariví Martínez y Antonio Risco: “El sombreo ha ayudado”

Mariví Martínez y Antonio Risco, su marido, han ganado durante cuatro años consecutivos el distintivo al Mejor Tomate Rosa en la Muestra de Frutas y Hortalizas que, cada agosto, se celebra en el marco de FERMA.

Risco también produce su propio plantero. Él continua una línea que ya comenzaron sus suegros, de los que aprendió mucho.

Hace unos seis años decidió cultivar más matas en modo ecológico y ponerlas a la venta en su establecimiento de la calle San Ramón. Para esta temporada de verano, en sus instalaciones plantó mil matas y asegura que “a pesar del sombreo, las últimas floradas no cuajaron. Se perdieron la cuarta y la quinta casi en su totalidad. El calor ha matado la flor. La cantidad ha ido regular, pero la calidad no se ha visto afectada en absoluto porque el producto sigue siendo un manjar, algo exquisito”.

Risco explica que el tomate rosa de Barbastro, por ser del Somontano “que significa bajo la montaña, está expuesto a estos factores determinantes: días calurosos y noches frías. Vientos frescos y sol abundante que le confiere ese dulzor”. Pero este año no se han cumplido estas características meteorológicas y el calor intenso y de modo casi continuado ha condicionado de modo apabullante el resultado de la cosecha.

“La planta te va diciendo qué necesita. Hay que mirar y observar e ir aprendiendo. Nosotros regamos por goteo para evitar el encharcamiento. Podamos las hojas para solear. Refrescamos la planta. Nuestro modo de cultivo es tradicional, absolutamente natural y ecológico. Aunque no lo hemos certificado como tal porque el precio del sello y los trámites no nos compensa. Pero este modo de hacer las cosas, por supuesto, se deja notar en el sabor”.

Si en un año bueno se recogen 3 kilos de tomate rosa de Barbastro por mata, “este año desde luego no se han alcanzado”.

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Alfredo y Andrés Larrosa, hortelanos tradicionales de Barbastro. Foto: Lola García

Alfredo y Andrés Larrosa: “Este verano ha sido uno de los peores que hemos visto en años”

Los hermanos Larrosa, Andrés y Alfredo, no tienen reparos en definir este verano “como uno de los peores que hemos visto”. Estos hortelanos de toda la vida plantaron para esta temporada 600 matas de tomate rosa en exterior. Un tomate rosa cuya semilla ellos mismos recogen, guardan, preparan su plantero y han perpetuado desde hace décadas. “El nuestro sí que es tomate rosa de aquí y además nos apellidamos Larrosa”, comentan jocosos.

“La primera flor se cayó. En general, la flor no cuajaba, pero no sólo afectaba al tomate. Las judías verdes también mal; las patatas, pequeñas cuando el año pasado había un montón de más de un kilo. Un verano complicado porque nosotros hemos seguido trabajando de la misma manera”.

Comentan que sus frutales se vieron afectados por las tardías heladas de primavera y, en verano, el calor abrasador no dio tregua. “En total ¡un desastre!”, resumen.

Ellos no comercializan porque tienen familia larga, explican, y además, dedicarse a la venta supondría unos trámites que, a su edad, no les interesa. Pero, por la conversación se cuela que son pródigos en regalar.

Trabajan todo a mano, son de los que todavía cogen el jadico. “El tomate, la verdad, da mucha faena. Es increíble el tiempo que exige. Ver esos ejemplares, tan grandes es hermoso y llena de orgullo”. Como simiente, por ejemplo, han escogido un tomate de 1’4 kilos de peso.

Para la temporada de invierno ya tienen en marcha unas 1.000 matas entre todas las variedades “para que cada mes tengamos algo que comer”, explican.

“El huerto nos da vida. Nos distrae y nadie nos manda. Si te cansas, paras… Pasar todo el día sentado, a nosotros, no nos parece una buena idea”.

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