Tribuna
Araceli Cavero A cuatro manos
Tribuna

El valor de la amistad

Araceli Cavero A cuatro manos
14 abril 2022

Muchas veces vuelvo a recordar diferentes sucesos de mi vida y casi siempre encuentro una significación a lo ocurrido. Me pasa también con pasajes del Evangelio y especialmente hay uno que me llena de agradecimiento.

En San Mateo 19,27-29 San Pedro, tan impetuoso él, le pregunta a Jesús: “… nosotros que lo hemos dejado todo por ti ¿Qué nos toca?”. Y Jesús, entre otras cosas le responde: “Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.

Vivo con la esperanza de heredar la vida eterna, pero todavía no sé si la alcanzaré. Lo que ya he recibido es el regalo de una gran familia.

Cuando dejé mi familia y mi trabajo en Correos para ir a Madrid como presidenta de Acción Católica General de Adultos, no me imaginaba que iba a adquirir una familia tan numerosa. Y es que sé que si tuviera necesidad de alguna ayuda, estoy convencida que hay una gran mayoría de amigos que no dudarían en echarme una mano.

Como sucedió cuando al terminar mi misión en Madrid y volver a mi trabajo en Correos, me destinaron a Tenerife.

Estando allí tuve un problema de salud y me tuvieron que hacer una operación. En aquella ocasión Ana, mucho más joven que yo, me hizo de madre. Fue a ella a quien se dirigió el director del hospital imaginando que una oscense en Tenerife no tendría a nadie que donara sangre por ella, ya que es habitual pedir donaciones de este elemento cuando la operación es de cierta envergadura. Se equivocó el director: toda la Acción Católica General de Tenerife pasó por el hospital para donar su sangre por mí. No solo tuve su amistad, su apoyo, sino que me donaron vida con su sangre. Por eso considero que en mí se cumple la promesa tan generosa de Jesús.

He comprobado muchas veces la amistad y la generosidad entre las gentes de Acción Católica, y no solo entre nosotros, sino que va más allá. Nuestra formación está relacionada con el compromiso de hacer del mundo un lugar habitable, donde la fraternidad sea un objetivo a alcanzar. No siempre se consigue, pero ese es el fin al que estamos llamados. No solo nosotros, sino todos.

Desgraciadamente el individualismo, el ansia de poder y de tener, el de aparentar, hace que la palabra fraternidad no tenga muchos seguidores sinceros y convencidos, sino que se deja de lado cuando interfiere en nuestros deseos.

Este fin de semana pasado he tenido la suerte de participar en unas jornadas de ACG y poder abrazar, por fin después de la pandemia, a tantos amigos y amigas a los que hacía tiempo que no veía.

Doy gracias a Dios por estos regalos tan grandes que recibo de su bondad.

Ojalá todos sepamos verlos y agradecerlos, cada uno los que recibe para él.

Suscríbete aquí a nuestra nueva newsletter

Leer más
Más en Tribuna