En España, la creación de empresas ha alcanzado cifras récord en los últimos años. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en noviembre de 2024 se registraron 9.970 nuevas sociedades mercantiles, un incremento del 7,5% respecto al mismo mes del año anterior. Al frente de cada una de ellas hay hombres y mujeres que deciden poner en marcha una actividad económica por cuenta propia, generando riqueza y empleo. Son, de acuerdo con una definición clásica, empresarios, titulares de empresas, que gestionan, lideran y asumen riesgos.

De un tiempo a esta parte, también se aplica la denominación de emprendedor para hacer referencia a los empresarios, pero con un matiz -para entendernos- más romántico. Los emprendedores son celebrados como innovadores y visionarios, aventureros que arriesgan todo para convertir sus ideas en realidad. Se les promueve a través de programas de apoyo, subvenciones y reconocimientos, se alaba su espíritu emprendedor y se convocan jornadas, programas formativos y eventos variados para animar a emprender. Además, ser emprendedor está bien visto… siempre y cuando no digas que, además de emprendedor, eres empresario, porque una cosa y la otra van unidas.

La batalla del lenguaje siempre está en marcha. Al empresario, término denostado y tantas veces hasta criminalizado, se le juzga incluso por querer ganar dinero que, seamos serios, es uno de los primeros objetivos de una empresa. Con ello, con esa ganancia, no solo se invierte, se amplían los negocios y se crean puestos de trabajo, con ello, además, se pagan impuestos, no pocos. Empresario es el panadero, el taxista y el dueño de una fábrica en el Polígono. Y emprendedores, también.

Por eso, apoyar y fomentar el espíritu emprendedor, como viene haciendo el CEDER Somontano hace 40 años, es necesario; apoyar y respetar el tejido empresarial resulta crucial para mantener un entorno económico sostenible y dinámico, en beneficio de todos.