José Mª Chéliz pasó su primera infancia en Naval y se trasladó pronto a Cataluña. Por matrimonio, su hermana se instaló en Barbastro y la vinculación de Chéliz con el Somontano se convirtió en un lazo grueso y duradero. De hecho, José María Lacoma, quien fuera presidente del club hace unas décadas, le invitó a ser parte del Club Atletismo Barbastro (CAB). Relación que permanece hoy en día. En sus andaduras lleva las señas del CAB.
¿Qué le aporta una maratón?
Paz. Para mí, como si meditara. Correr significa relajamiento y bienestar. El pensamiento resulta muy gratificante porque corro sin dolor. Esto ha sido un principio irrenunciable: disfrutar. Recibes mucho más de lo que te exige.
¿Ha sufrido lesiones?
Nunca. En mi estilo de vida, correr me acompaña como el añadido perfecto. No entiendo mi vida sin la maratón. Tengo la suerte de que mis rodillas siguen respondiendo. Para mí, el ejercicio evita el desgaste. Esa es mi verdad, la mía, sin pretender convencer a nadie. Y por ejercicio me refiero a que el corazón y los pulmones se aceleren.
¿Cómo empezó?
Acudía con un amigo a unos entrenamientos muy serios y exigentes por la sierra de Collserola. Yo empezaba a leer en prensa cómo se organizaban las primeras maratones y la idea me sedujo. Así que se lo comuniqué al entrenador. Él respondió que a él también le atraía. Era el día de Navidad de 1979 y la primera maratón de Barcelona se celebraba en marzo. Al día siguiente, ya nos pusimos a entrenar.
¡El día de san Esteban! Jornada festiva y de comer canelones en Cataluña.
No comí canelones y sí corrimos. Nunca he sentido pereza. Disponíamos de menos de tres meses para prepararnos y los aprovechamos. La acabamos juntos.
Y de ahí… hasta la de este año.
En la última viví un momento único y surrealista. Porto el dorsal 44 y salgo con los primeros. Por supuesto, ellos me adelantan enseguida y, durante unos breves minutos, me encontré corriendo solo en la inmensidad de la Gran Vía. Los espectadores debieron pensar que yo era un astronauta. Las carreras te regalan ese tipo de momentos insólitos.
¿Se considera excepcional?
En absoluto. Hay personas más mayores que yo corriendo y con mejores registros. Yo, ahora, tardo seis horas. Pero mi objetivo nunca ha sido el cronómetro sino disfrutar. Sólo aspiro a que entre la primera parte de la carrera y la segunda no haya más de cinco minutos de diferencia. Sé dónde estoy y conozco mis posibilidades.
Entre la primera maratón y la segunda bajé 40 minutos y me quedé en 3 horas y 32 minutos. Y tardé seis años en bajar esos dos minutos.
Ha participado por España y también por el mundo, ¿con cuál se queda?
Con Nueva York. La primera vez corrimos con mucho frío; la segunda, con lluvia. No importa. Todo impecable, espectacular y grandioso. De hecho, algunos se preparan en exclusiva para esa fecha y lo dejan. Y yo, lo entiendo. Absolutamente única.
Pero de todas guardo un maravilloso recuerdo. En Reikiavik discurrían unos 30 kilómetros junto al agua y también Londres y Berlín son magníficas.
Pero correr, ¿no resulta muy solitario?
De hecho, me gustaría resaltar la dimensión social. He tenido el privilegio de acompañar a muchos en su primera vez. Y de tantos entrenos y carreras juntos destacar a, en Barcelona, a Lluís Creixell y, en Barbastro a Blanca Pesquer, con quien he participado en numerosas medias maratones. Para mí supone un orgullo.
¿Qué opina de ese desafío de correr siete maratones, en siete lugares del planeta diferentes en días consecutivos?
Toda mi admiración, una proeza. No creo que yo hubiese sido capaz. Aunque tengo mis dudas en cuento a la salud. Igual habría que descansar un poco después de tanto correr.
Su mente está puesta en la maratón de Barcelona del próximo año, ¿algún consejo para los corredores?
Como bien se dice se corre más con la cabeza que con los pies. Aconsejo que, en los primeros minutos, los dediquen a realizar un chequeo de cómo sienten el cuerpo. A asegurarse de que la posición sea la correcta, el braceo, la espalda recta… Uno se debe sentirse a gusto y luego ya la mente sabe lo que tiene que hacer: correr. Primero uno se mira hacia dentro para luego mirar hacia fuera. Y a disfrutar de la carrera y de todo lo que la rodea.