Ona y Mok no existen para las estadísticas. Lo van a comprender enseguida con el ejemplo de Ona, Mariona Sánchez Puerto, de Premià de Mar.
En cuanto cumplió los 16 compaginó trabajo y estudios. Se independizó con 18 años en la ciudad de Barcelona. Comenzó como camarera para ascender hasta jefa de sala y organizadora de bodas y eventos. Logró el grado de Trabajo y Educadora social. Además, quiso casarse y ser madre joven. Y en la misma semana en la que iban a firmar el contrato de arras para comprarse un piso… llevó a su marido hasta Peraltilla para explicarle un nuevo proyecto de vida.
Este volantazo vital arranca en la UCI de neonatos del Hospital Vall d’Hebron. “Con mi hija ingresada, y las hormonas revueltas, vi un programa de Jesús Calleja en el que una familia había dejado la gran urbe para vivir en un pueblecito. Yo siempre había anhelado mi casita rural con restaurante propio… Y, esto se unía a que, por nuestros horarios y nuestro ritmo de vida, apenas íbamos a poder ver a nuestra hija. No vivía como quería vivir. Necesitaba parar y tener tiempo para los hijos. Aunque los padres de aquella familia podían teletrabajar… y no darse de alta como autónomos. Ese detalle se me pasó por alto”.
El salto
Ella sola, y sin decirle nada a nadie, comenzó la búsqueda por internet. Comenzó por introducir el término “repoblar en Cataluña”. Y, por casualidad, se topó con el anuncio del Ayuntamiento de Peraltilla. Un lugar que, no hace falta explicarlo, no sabía situar en el mapa. El Ayuntamiento de Peraltilla ofertaba su casa rural, bar y restaurante. Esa información llegó hasta Ona Sánchez y se dispuso a realizar los trámites. Y seguía sin decir nada a nadie.
Un día convenció a su marido, Mok, a salir a dar una vuelta en coche… y el recorrido los llevó hasta un lugar desconocido: Peraltilla. Allí, a pocos metros de donde ahora está su hogar, le contó los planes. La puesta en escena estuvo acompañada de una argumentación que se basaba, sobre todo, en disponer de tiempo para la familia. En ver crecer a sus hijos.
Convenció a Mok y en junio se plantaron en un pequeño pueblo oscense al que sólo les ataba un sueño. “Nuestro entorno no lo comprendía en absoluto. Dejé un trabajo fijo. Así que imagínese cómo se lo tomó mi madre. Mi hermana, que viene a vernos, dice que no se acostumbra al silencio… Nadie, ni familia ni amigos, había demostrado nunca interés por vivir en un pueblecito”.
En Peraltilla
Pero el ímpetu y las ansias de intentarlo tampoco acallaron los temores. “Estábamos muertos de miedo y, a la vez, sabía con certeza que me encontraba en el momento correcto para intentarlo. Era ahora o nunca”.
De hecho, cuando negociaron el acuerdo con el Ayuntamiento, ellos plantearon alargar la duración del contrato. “¿Seguros?, nadie dura tanto tiempo”, oyeron de boca de José Pedro Sierra, el alcalde. “Le rebatí que por diez años yo no dejaba la vida que tenía en Premià”, contestó Sánchez.
Una determinación no exenta de dudas. “También nosotros traíamos nuestros prejuicios. Por ejemplo, si los vecinos iban a aceptar a mi marido, de origen marroquí”.
Seis meses más tarde, y mucho trabajo después, parece que los cimientos de su nueva vida se encuentran bien firmes. Aouach, quien es entrenador personal, trabaja en un gimnasio de Barbastro y comenta que le sorprende “lo simpáticos que son los mayores. Se conocen cada nombre y siempre los encuentro dispuestos a ayudar”.
También reconocen la buena acogida con vecinas que le han ayudado con los niños o con los que deciden celebrar cumpleaños y eventos familiares en el restaurante. Y recuerdan como una obsesión que les dijeron: “El bar no tira”. “Así que ponemos todo el empeño en ofrecer novedades y en el trato”.
En verano, recién llegados, se celebró la Eurocopa e instalaron una pantalla en la terraza… “¡Madre mía! Vaya estreno. No parábamos y tampoco había nadie para enseñarte… Ahora vivimos con calma, aunque el invierno se puede hacer duro porque apenas ves a nadie por la calle”.
En estos meses de otoño e invierno el establecimiento abre en horario de mañana. Y, por las tardes, aunque esté cerrado, si ella se encuentra en la casa la pueden llamar, “que les atenderé”.
Ona ofrece un pequeño restaurante, bajo reserva, con productos de la zona y se esmera en la atención. Además, han habilitado una zona de juegos para niños.
Ellos pertenecen a las migraciones ligadas al estilo de vida. Un porcentaje, en cifras, insignificante. Ya les advertí que Mok Aouach y Mariona Sánchez Puerto no existen para las estadísticas.