Pasa en las mejores casas. Uno se descuida y esa grieta pequeña que surgió en una baldosa, en la esquina superior del baño se ha hecho ya demasiado grande y amenaza la bañera.
Llega el albañil y nos informa de que nos va a costar un riñón y de que “si hubiéramos llamado antes…”. Cualquier pequeño desperfecto puede convertirse en una obra de considerable coste si no se atiende a tiempo.
Este es el diagnóstico general para las infraestructuras deportivas de Barbastro. Al pabellón Ángel Orús, inaugurado en abril de 1987, apenas se le ha dado una mano de pintura. Durante años, especialmente en la última década, usuarios y clubes han trasladado la necesidad de atender los pequeños desperfectos, pero no se ha hecho como se tenía que hacer.
Y ahora, la situación ha llegado a un punto en el que arreglar todo lo que hay que arreglar supone una importantísima inversión. Como en las mejores casas.
Pero en este caso, como la casa es pública, la actuación conlleva comenzar un proceso administrativo que va desde la redacción de un proyecto hasta la asignación de fondos y la correspondiente tramitación burocrática.
El actual Equipo de Gobierno ya ha manifestado su voluntad de emprender estas obras. Ya ha hecho algunas, como la necesaria reparación de las goteras en el pabellón de la Merced.
Otras, como la mejora de los dos campos de fútbol, las tienen en agenda desde el inicio de este mandato y ahora parecen ya encaminados a su materialización.
Sin embargo, en la recta final de la actual legislatura, cuesta creer que por fin sea una realidad. Cuesta creer porque no acaba de quedar claro cuánto de problema administrativo y cuanto de gestión política está detrás de la ralentización, del atasco incluso, de las obras de estas infraestructuras deportivas utilizadas por centenares de barbastrenses.