Barbastro

«Este alimento me sienta mal». Cuando comer es un problema

La intolerancia a un alimento y la enfermedad celíaca no se pueden equiparar. Además, antes de eliminar un nutriente deberíamos consultarlo con un médico

Imagen de archivo de una panadería. Foto: S.E.
Lola Gª Casanova
16 octubre 2023

Se acerca la romería del pueblo. Como es habitual se ha organizado una comida, esta vez en un restaurante. Sin embargo, a sus 25 años, Laia no ha decidido aún si va a acudir. Le gustaría, pero como cada año, le asaltan un montón de dudas. Esta es una historia real. Diagnosticada de celiaquía cuando contaba con seis años, estuvo varias veces ingresada en el hospital en estado grave. Ese recuerdo ha calado tan fuerte en su madre, que, a día de hoy, salir a comer fuera de casa no es una opción. “Podría llevarme mi comida, pero queda raro y no me gusta que me señalen”. Si hace unos años se consideraba una rareza hablar de enfermedad celíaca o de intolerancia a la lactosa, hemos aprendido a vivir con ello, y, a buen seguro, alguien de nuestro entorno entra dentro de alguno de estos grupos. 

Alergia e intolerancia, como a la lactosa

¿A quién no le ha sentado mal algún alimento? Pero esas molestias no acarrean ni necesitan siempre un diagnóstico. Debemos aprender a diferenciar.

La doctora Paula Lalaguna, del Hospital de Barbastro, explica en qué consisten las alergias, las intolerancias y la celiaquía.

Doctora Paula Lalaguna, del Hospital de Barbastro. Foto: S.E.

Una alergia implica un mecanismo inmune establecido. Al entrar en contacto con el alérgeno, el cuerpo produce una reacción inmediata con una sintomatología variada: picor, taquicardia, dificultad respiratoria, mareos, pérdida de consciencia… “Una alergia puede desencadenar una anafilaxia que consiste en una reacción extremadamente grave que afecta a todo el organismo y se instaura a los pocos minutos de haber estado expuesto al alérgeno. Las alergias se pueden diagnosticar y se trata de una urgencia vital”. Por este motivo, las personas alérgicas deben tener a mano adrenalina para hacer frente a este problema.

Una intolerancia alimentaria nunca reviste la gravedad de una alergia. Porque sólo presenta síntomas que se reducen al ámbito digestivo. La distensión y el dolor abdominal, flatulencias, diarreas o vómitos entran dentro de sus manifestaciones más comunes. “Debemos prescindir del alimento cuando estas molestias afectan a tu vida cotidiana”. La intolerancia va un paso más allá del “me sienta mal”. 

En cuanto al diagnóstico la doctora puntualiza que, hoy en día, “no existe un diagnóstico certero para la intolerancia” y se llega a ello a través del ensayo-error. Cuando se presenta una sospecha, Lalaguna recomienda llevar un diario y anotar qué alimentos se han ingerido y la respuesta de tu organismo ya que el cuerpo reaccionará de la misma manera ante ese alimento siempre. “En mi opinión, el diario resulta un recurso súper importante ya que hay que llegar a establecer la causa y su efecto”. 

Su sintomatología ofrece una enorme diversidad. Se trata de un cajón de sastre, pero hay que tomársela en serio. “Si sospechamos y vamos a acudir al médico, no suprimamos el alimento con antelación. Si lo hacemos, dejamos al sanitario sin medios para descubrir si, ciertamente, ese alimento es la fuente de nuestros problemas”. 

Otro aspecto que hay que tener en cuenta, y del cual nos advierte la doctora, consiste en nunca eliminar el alimento sin supervisión médica, sobre todo cuando se trata de niños. En los pequeños, el peso y la talla se pueden ver afectados por una intolerancia. Aún así, el pediatra será quién indique la supresión o no del alimento. “Si por nuestra cuenta y riesgo le quitamos a un niño un alimento lo estamos condicionando de por vida. Desde luego, los padres lo deciden con la mejor intención, pero quizá habría que esperar a un examen médico antes de precipitarse”.

El sentido común también debe prevalecer cuanto alguien afirma que le sienta algo mal. “Si la intolerancia condiciona nuestro día a día sí recomiendo acudir al sistema sanitario. En otras ocasiones, bastará con evitar ese determinado alimento”.

Enfermedad celíaca

Los trastornos relacionados con el gluten son la enfermedad celíaca, la alergia al trigo IgE mediada y la sensibilidad al gluten no celíaca. La forma de llegar al diagnóstico y la repercusión de una dieta más o menos estricta difiere entre las tres. La herencia genética tiene mucho que decir.

La celiaquía entra dentro de las enfermedades autoinmunes y se diagnostica porque el organismo genera anticuerpos frente a las prolaminas del gluten del trigo y las proteínas análogas del centeno y de la cebada. “Hablamos de una enfermedad grave que altera la pared del intestino delgado y afecta a varios órganos. Una celiaquía puede desencadenar otras dolencias muy graves como anemias y hasta algunos tipos de cáncer”. El único tratamiento: eliminar el gluten de la dieta y el intestino delgado se recupera. 

 Al hilo de esta enfermedad se cuela en la conversación el tema de las modas. En los últimos años, cada cierto tiempo, un alimento se demoniza o se eleva al Olimpo. Pero, ante estas informaciones deberíamos tener presente los estudios científicos que los avalan. 

Lalaguna afirma: “Resulta comprensible que alguien que prescinda del gluten se encuentre con más energía. Pero no será por la ausencia de gluten, sino porque comemos sano, más natural”. Y esta profesional añade: “Escuchamos con demasiada frecuencia que alguien ha decidido eliminar un alimento, por ejemplo, el azúcar o el gluten. Pero yo recalco, es porque comen más natural, con menos productos elaborados. No podemos olvidar que existe mucho gluten escondidos en los alimentos precocinados. Así que el consejo, válido para todos, evitar los procesados y elegir productos naturales”. 

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