En esta edición número 29, ya que en 2020 y 2021 no se pudo celebrar la fiesta, Rosario Solórzano recibirá el homenaje y el cariño de todos los barbastrenses por su contribución a la Fiesta del Crespillo. Se implicó en ella desde la primera edición, hace más de tres décadas. Una veterana que además ha ganado en varias ocasiones el certamen gastronómico Gastromuro.
Enhorabuena. ¿Se lo esperaba?
Me cogió por sorpresa. Es más, estaba pensando en dejarlo. Dudaba y no sabía si continuar un año más. Así que ya está claro, me han liado y en esta edición seguiré y lo haré feliz.
Lo confieso, siento ilusión y un profundo agradecimiento. Desde el inicio he participado porque me gusta y no me cuesta. Aunque la verdad, permanecer toda la mañana en el fogón resulta cansado.
¿Cuántas hojas de borraja van a pasar por sus manos?
Entre las 1.000 o las 1.100. Estas son, de forma aproximada, las cifras que manejamos en cada hornillo. Pero ya me han advertido mis hijas que no me preocupe, que hasta donde llegue. Ellas van a estar ahí colaborando conmigo. Durante muchos años Jesús Postigo y yo formábamos equipo en la Fiesta del Crespillo. A Jesús le guardo un gran cariño.
Ha vivido en el barrio del Entremuro, pero usted no nació en Barbastro.
Soy malagueña y con mis padres y hermanos vinimos a Barbastro cuando yo contaba con ocho años porque mi padre trabajaba en la Auxini. Por aquella época estaban en pleno apogeo las obras hidráulicas por la provincia. Así que mi familia se trasladó hasta aquí. Y ya, desde mi infancia, en Barbastro. Por tanto puedo decir que soy una barbastrense más.
En su casa, con sus padres, ¿preparaban crespillos?
Nunca. Yo comencé con los crespillos una vez casada y cuando entré a trabajar en la panadería Sierra. Me enseñó la señora Lola Plana. Ahí, en la panadería, me dedicaba a preparar buena parte de la repostería como rosquillas, empanadones y cuando llegaba la Navidad mantecados de mi tierra o roscos de vino.
Y también ha participado con éxito en el Gastromuro.
Para el concurso escogía una receta tradicional aragonesa de un libro y la preparaba. Se trataba de un plato que no había probado con antelación. Alguna muy sencilla, pero guisada con mucho tiempo.
Además, nunca pruebo nada mientras cocino y siempre resultó una sorpresa ganar el Gastromuro. Aunque me ponía muy nerviosa cuando tenía que hablar en público. En general, disfruto entre las cazuelas y le dedico tiempo. Bajo mi punto de vista, las prisas y la rapidez no casan bien con la cocina. Además está quien tiene mano y quien no y creo que yo tengo un buen punto.
Aunque comprendo que ahora, con el ritmo de vida, a muchas personas no les resulta sencillo preparar el menú de esta manera.
Los crespillos llegan en torno al 25 de marzo. ¿Los prepara también en casa?
Por supuesto. De hecho, como a mis nietas les gustan mucho, siempre guardo una botella de cocimiento en el congelador y así, cuando me apetece, les doy la sorpresa.
Son casi 30 años de crespillos.
Se trata de una tradición y la tienes que sentir. A mí no me cuesta nada ponerme el delantal y repito, me siento muy satisfecha de haber participado durante todos estos años. Y además, agradecida a todas las personas que han pasado por el hornillo colaborando.