Ahora y siempre
Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
Ahora y siempre

Eucaristizar la vida (VI). Desapareció

Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro
04 junio 2023

Desapareció. La cuarta mediación para descubrir al resucitado en la vida ordinaria es a través del pan y vino eucarístico. He aquí la paradoja. El que había sido invitado es ahora el que invita: «mientras estaba con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio». Así de simple, así de cotidiano, de obvio… y sin embargo, así de diferente.

Nada nuevo, nada sorprendente; sucede a diario en todos los hogares, en nuestras comunidades; pertenece a la esencia de la vida. Realmente no podemos vivir sin este pan. Sin este pan no hay comunidad, no hay amor, no hay esperanza.

La Eucaristía es el gesto más humano y más divino que podamos imaginar. Esta es la verdad de Jesús: tan humano y, sin embargo, tan divino; tan cercano y, sin embargo, tan misterioso; tan sencillo y, sin embargo, tan inasible… Jesús es Dios para nosotros. Lo da todo. Mejor, se da todo.

Todos, especialmente nuestras madres, expresamos ese deseo de darnos a nosotros mismos en la mesa. Decimos: «comed, bebed, lo he hecho especialmente para vosotros, para que veáis lo mucho que os quiero». En la Eucaristía, Jesús lo da todo. La Encarnación y la Eucaristía son las dos expresiones del AMOR inmensamente generoso de Dios.

Por eso el sacrificio de la cruz y el sacrificio de la mesa son un único y mismo sacrificio, Dios que se entrega, y que llega a toda la humanidad en el tiempo y en el espacio. La palabra que mejor expresa este misterio es “COMUNIÓN”. En y a través de Jesús, Dios quiere, no sólo enseñarnos, sino hacerse uno con nosotros. Dios desea estar completamente unido a nosotros para que todo su ser y el nuestro puedan fundirse en un amor eterno. Quiere ser nuestro alimento y nuestra bebida cotidianos en todo momento y lugar.

La comunión es lo que tanto Dios como nosotros deseamos. Es el grito más profundo del corazón de Dios y del nuestro, porque hemos sido creados con un corazón que sólo puede ser satisfecho por Aquel que lo ha creado. Dios puso en nuestros corazones un deseo de comunión que nadie más que Dios puede y quiere satisfacer.

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