Éramos conscientes de que, más pronto que tarde, llegaría el día de la despedida. Y así ha sido. Nos ha dejado prematuramente Paco Huerva. Sobran presentaciones concernientes a su persona para sus más allegados y para los aficionados al balompié de nuestra comarca. Y, debido a ello, el fútbol altoaragonés está de riguroso luto.
Hace muchos años que me subí al tren de su vida, y tengo que reconocer que ha sido un viaje grato, emocionante, intenso, muy especial e inolvidable. El pitido final de su partido más importante, la estación definitiva en la que, indefectiblemente, a Paco le tocaba apearse, acaba de arribar. No hay criterio arbitral que dé la vuelta atrás a este lamentable desenlace.
Paquito fue un auténtico guerrillero en el ámbito futbolístico aragonés. Nadie en nuestra tierra con una trayectoria deportiva tan prolífica, tan apasionante, tan heterogénea y, a la vez, tan ingrata y reservada. Compitió en infinidad de categorías, vistiendo la camiseta y escudo de equipos como los Diablos Rojos de Barbastro, Fonz, Atlético Monzón, Unión Deportiva Barbastro, C. F. Illueca, Calatayud, Sociedad Deportiva Borja, Tamarite, C. D. Alcoyano, C. F. Onteniente, Girona F. C., La Bisbal, C. D. Estadilla…
Además, entrenó a varios clubes de Lérida y de nuestra comunidad autónoma. La oportunidad de su recorrido profesional llegó como juvenil en las filas del Real Madrid, estando unas semanas a las órdenes de los ex jugadores blancos Francisco Gento y Ramón Grosso, pero no terminó de sellarse.
Eran demasiados jóvenes, llegados de la élite de los ámbitos futbolísticos de toda España, para dos exclusivos puestos. No obstante, su talento fue reconocido y galardonado al ser uno de los elegidos para formar parte de la Selección Aragonesa y, posteriormente, de la de Levante en un encuentro frente a Hungría, en Benidorm, con motivo de la inauguración del nuevo alumbrado de ese estadio. Además, en Valladolid, fue seleccionado como juvenil por España, convocado por los míticos jugadores Ladislao Kubala y Chus Pereda.
Paco Huerva, amigo de sus amigos
Amigo de sus amigos, orgulloso, dicharachero, empático, altruista y muy generoso, nos ha dejado, pero no del todo. A partir de ahora siempre estará muy presente en los corazones de quienes le estimamos.
Como decía un texto escocés, podemos llorar porque ya no está, o podemos sonreír por su legado; podemos cerrar los ojos y rezar para que vuelva, o podemos abrirlos para recordarlo eternamente; podemos lamentarnos, lacrar nuestras mentes, sentir la nada y dar la espalda, o podemos hacer lo que, con toda seguridad, a él le hubiera gustado: disfrutar de una buena charla y de una buena jornada deportiva. Eso sí, siempre al aliento de una buena copa de vino y de su inherente cigarrillo. “Chiqui” así lo quiso, y a la sombra de ellos, sus compañeros inseparables durante décadas, ha emprendido el misterioso viaje sin retorno que, ineluctablemente, todos tendremos también que experimentar.
Paquito, aunque no lo pareciera por su flemática forma de ser, siempre miraba hacia adelante para conocer su destino, atrás para recordar de dónde procedía, abajo para no pisar a nadie, a los lados para ver quien le apoyaba en los momentos más difíciles y arriba para mentalizarse de que hay otra vida tras la muerte. Y doy fe de que esto último le ha dado fuerzas en sus instantes finales. El bien permanece, mientras que el daño deja un enorme vacío. Por eso Paco decidió construir y no destruir. Amigo y hermano, donde quieras que estés, descansa en paz.