Julio ha arrancado con una catarata de propuestas en forma de festivales para todos los gustos y colores. Y hablando con sus organizadores, comparten un denominador común: propuestas que aúnan música o artes escénicas con el patrimonio, sea natural, cultural o gastronómico.
Uno de sus objetivos radica en generar una actividad que enriquece al territorio: habitantes y turistas marcan en el calendario las fechas de citas tan arraigadas como el Festival Castillo de Aínsa (33 ediciones), Festival Vino Somontano (22 ediciones) o PolifoniK Sound (14 ediciones), sin olvidar otras citas como el Festival Camino de Santiago, de la Diputación Provincial, que también cumple 22 ediciones.
En todos estos casos, los promotores han encontrado la fórmula mágica para convertirse en una referencia ineludible del verano. Pero, sobre todo, saben que la parte más importante de un festival transcurre antes de que llegue el público. La preproducción: tener prevista casi cualquier situación para poder ofrecer una solución rápida en caso de que se presente.
Solo de esta manera consiguen que los asistentes al festival, además de disfrutar del espectáculo, compartan experiencias únicas que les llevan a repetir. Y también a difundir las bondades de estas propuestas.
Más allá de los espectáculos, estos festivales se convierten en seña de identidad turística. Los participantes saben que obtienen un plus en su visita con esos ingredientes que ya hemos citado: gastronomía, naturaleza, patrimonio…
A todos nos toca cuidar de estas citas y apoyar a los promotores de estas iniciativas que nos enriquecen como sociedad. La logística no resulta fácil y, por supuesto, pueden generar incomodidades entre los vecinos, pero debemos abrir la mirada y fijarnos en lo impresionante que es ver miles de personas con el nombre de nuestra ciudad en la boca gracias a esos festivales.