Hace unos días, en una tertulia radiofónica, alguien dijo que la guerra de Israel contra Gaza había sido un “fracaso diplomático”. No sé si es que alguien sabía de antemano la masacre que iba a cometer Hamas, porque la reacción de Israel fue inmediata. No creo que hubiera tiempo de negociar diplomáticamente la respuesta.
Por otra parte, unos días antes se había celebrado en Granada una reunión “al más alto nivel” de los presidentes de gobierno de la Unión Europea.
El último tema que iban a tratar era qué nuevos métodos iban a poner en marcha para impedir que nuevos inmigrantes llegaran a Europa. Pero se les terminó el tiempo (o las ganas), y lo dejaron para otra ocasión.
Las causas de la emigración son dos principalmente: por miedo o por economía. Se huye de los países de origen por mejorar su precaria vida o de la violencia desatada en algunos países, demasiados, ya sea por las guerras o por las bandas de delincuentes. En cualquier caso, tienen derecho a vivir una vida digna y tranquila y, como decía el lema de este año del Día del Migrante y Refugiado: ‘Derecho a emigrar’.
Como socia de Manos Unidas, tengo claro que nadie sale de su casa si no tiene necesidad, por lo que merecen todo nuestro apoyo.
Pero si para evitar guerras como la de Israel contra Gaza o la de Rusia contra Ucrania se hace a través de la diplomacia, o sea, intentando convencer a los presidentes de los gobiernos de lo que sería bueno para la comunidad, ¿no podría hacerse otro tanto con el tema de la emigración? Creo que sería mejor para todos y más efectivo que en lugar de poner trabas a los más vulnerables, se intentara convencer a los gobiernos de la responsabilidad que tienen con sus ciudadanos. Su obligación como gobernantes es buscar el bienestar de sus gobernados, en lugar de acumular riquezas personales y violencia contra quienes difieren de sus planteamientos.
Como cristianos, hijos de un mismo Dios y por tanto hermanos, debemos empatizar con los que tienen que salir en busca de una vida mejor, pues su sufrimiento es muy grande.
Sé que en este tema, la diplomacia es muy, muy difícil, me atrevería a decir que imposible, pero es que nuestros dirigentes ni siquiera están convencidos de intentarlo. Quien tiene el bolsillo repleto no piensa en el que lo tiene vacío.
Claro que otra cosa son los que emigran con el bolsillo lleno, o los que se los van a llenar aquí. Por ejemplo, y hay otros muchos, los futbolistas con sus fichajes y contratos millonarios. Estos no tienen ningún problema para entrar y salir de los países cuando quieran. Es más, son bienvenidos y admirados por el público.
Mientras tanto, unos viven como quieren y otros como pueden, o les dejamos.