Llegados a estas fechas, los medios de comunicación –el nuestro incluido– solemos hacer balance informativo del año. Y pocos como este, a no ser su predecesor, muestran con tanta claridad cuál ha sido el tema del año: el covid. Convertido todavía en un indeseado acompañante, el virus se ha adueñado de portadas, páginas y horas en los informativos de todo el mundo, y ha ocultado muchos otros asuntos que bien merecen ser reconocidos como tema del año. O de la década, incluso.
2021 ha sido el año de la subida descontrolada del precio del megavatio, de Filomena y del volcán, de las fajanas, los negacionistas y la salud mental. También ha sido el del asalto al Capitolio, de los movimientos migratorios que a veces olvidamos y los de Bielorrusia; el del regreso de los talibanes o del adiós político de Angela Merkel. En 2021 se han disputado los Juegos Olímpicos del 2020, el Perseverance llevó un helicóptero a Marte, y se han desarrollado importantes avances en la lucha contra el cáncer, en la predicción de la estructura de las proteínas mediante inteligencia artificial y en la fusión nuclear.
Porque, seamos justos, este ha sido mucho más que el año del covid o las vacunas. Aunque no se incluyan en los balances informativos, este también es el tiempo de la solidaridad vecinal, la profesionalidad de los que están en primera, segunda y tercera línea, la resistencia de empresarios y trabajadores o la excelencia de nuestros investigadores.
Mañana, Año Nuevo, será poco más o menos como este viernes, pero quizá el encanto del estreno nos permita pensar que estamos a punto de cerrar un ciclo y, con él, dar portazo a la enfermedad, al desánimo y al resto de problemas. No nos aventuremos a decir tan rápido adiós ni juzguemos inmisericordes estos 365 días que, bien pensado, son los que, a trancas y a barrancas, nos han traído hasta aquí.