Celebramos el domingo la fiesta de la Sagrada Familia, con el lema Anunciar el Evangelio de la familia hoy y en el Año Familia Amoris Laetitia, que se abrió el pasado 19 de marzo y concluirá en junio próximo, en el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre.
En este mundo secular, con mínima presencia social de lo religioso y con una estructura social y familiar en crisis, no se hará una buena y eficaz acción pastoral si no se atiende de manera integral a las familias. Hoy la evangelización pasa por la familia.
No hay otras plataformas eficientes de anuncio del evangelio. Sí que habrá que emplear otros medios, de comunicación, de grupos, de movimientos apostólicos, etc., pero hay que tener como objetivo que la evangelización se haga a través de la familia.
Teniendo esto en cuenta hay que evangelizar primero a la familia y que ésta sea familia cristiana que trasmita la fe a sus hijos. Una parroquia, que tiene que ser “la gran familia de las familias cristianas”, lugar y espacio en los que todas las familias se van a unir y se van a ver representadas, tiene que conocer a sus familias y mantener con ellas una buena dinámica de comunicación.
Con lo realizado hasta ahora, y contando con que hay que ir adelante con decisión, estamos en la línea de poder avanzar e ir consolidando, con tiempo y dedicación, este campo.
Pedimos perdón a todas las familias de nuestra diócesis porque no siempre acertamos a deciros que lo que mendigabais fuera lo teníais en casa ni supimos estar, a veces, a la altura cuando abandonasteis vuestro hogar.
No importa el tiempo que haya podido transcurrir. Nos gustaría que supieseis que ¡os extrañamos! ¡os seguimos queriendo ¡seguimos buscándoos! ¡aguardamos impacientes el día de vuestro regreso!… Sin vosotros nunca llegaremos a ser esa única y gran familia (orquesta) que Dios sueña ni podremos recobrar en su hogar (la Iglesia) el AMOR que todos necesitamos.
Vivir sin amar es una desgracia, pero vivir sin ser amados es una tragedia afirmaba certeramente el cardenal Gianfranco Ravasi. Nos cuesta creer que, aunque uno se haya marchado de casa, en «la mesa de la fraternidad», cada día sigue estando su plato esperando su regreso.