Desde el salón de la casa de Luis Montes se observa un cuidado jardín, antes huerto, enclavado dentro del perímetro del castillo de Jalaf ibn Fasad, el reyezuelo árabe de Barbastro al que Sancho Ramírez le conquistó la plaza. Y la conversación con Luis Montes navega por la historia, la de Barbastro y la suya propia, como dos cauces que se encuentran.
Su vida profesional transcurrió en Barcelona y al jubilarse volvió al pueblo.
Contaba con casi 60 años y tenía que decidir qué hacer. O bien seguía trabajando o regresaba a mi Barbastro natal para vivir sin lujos, pero sin agobios. Y opté por esto.
Y una vez aquí se convirtió casi en un imprescindible. Ha desarrollado una intensa actividad dentro de las asociaciones.
Tenía muy claro que había que aprovechar la jubilación y llenarla. Nada de zanganear. Y he pertenecido a la coral Barbitania, a la Asociación de Vecinos del Barrio del Entremuro, de la cual aún soy presidente, y a la peña El Portal.
Este año le han elegido como ‘Crespillero de Honor’.
Cuando me llamó Elita Davias para comunicármelo me llené de ilusión. Cuando te haces mayor, y las fuerzas te van abandonando como en mi caso, en este tipo de reconocimiento ves una gratificación.
Te das cuenta de que tu vida ha sido fructífera y no en vano. Y puedo unir este honor de ser crespillero con otros reconocimientos que he recibido.
Participó en esta cita desde la primera edición.
Creo recordar que tan solo estábamos dos hornillos. Nos situaron entre los Jardinetes y el Coso. Y, destaco que, en todos estos años, siempre ha habido un ambiente agradable y festivo. A veces, cuando nos saludábamos por la calle con otros participantes, nos despedíamos diciendo “hasta los crespillos”. Y hasta ahora, en las últimas ediciones he salido a tafanear. En esta cita veo el dinamismo de las asociaciones de Barbastro por la cantidad de personas de grupos y entidades que, en cada edición, se unen al crespillo.
¿Cómo le gusta el crespillo?
El clásico: huevo, harina, anís dulce y de borraja o espinacas. De acelga no, que siempre me las he comido con rabia.
¿Tiene alguna espina clavada?
El museo etnológico. La familia Sagarra, (el padre Joaquín y ahora sus hijos Ángel y Roberto), conservan una interesante colección de objetos.
Nosotros queríamos llevarla al edificio de la plaza de la Candelera en la que luce la placa de los esponsales. El Ayuntamiento nos apoyaba, pero el dueño del inmueble no quiso vender. Este sería mi desideratum. Un museo etnológico aportaría visitas al barrio y enriquecería el potencial turístico de nuestra ciudad.
También considero que le falta a Barbastro más zona peatonal. Antes de la Guerra Civil hubo un proyecto para que el Coso acabase en Casa Acín, pero ¡claro! una idea imposible la de expropiar tanto edificio y acometer tal obra.
Vive rodeado de libros, de imágenes, recuerdos. En su casa nos da la bienvenida una foto del desfile de antorchas del Entremuro. Usted transmitiendo la luz.
Las fotos las veo como una manera de traer al presente a los que ya no nos acompañan. Y la historia me encanta, me ha gustado muchísimo y sigo leyendo: la de Barbastro, la de España. Ahora estoy con los libros del historiador García de Cortázar. También siento curiosidad por la arqueología y la mineralogía.
En cuanto a mí, vivo en paz y con la conciencia tranquila. Tengo fe y he procurado ayudar siempre en todo lo que he podido y aún lo hago. Así que a la muerte no le tengo miedo, nada de miedo, porque en definitiva es un pasar de estado.