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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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Hubo un tiempo de vacas flacas

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
03 agosto 2023

La fecha que me ha fijado la directora para entregar este comentario me obliga a escribirlo antes de las elecciones del 23-J, por lo que el tema de mi comentario nada tiene que ver con el resultado que se produzca, aunque sí con el palpable malestar de haber sido convocados a votar dos veces en poco menos de dos meses, en plena canícula y, por si fuera poco, en época de vacaciones. A pesar de todo, me alegro de ir a votar y de poder hacerlo en paz.

La Biblia, pródiga en historias ejemplarizantes, relata un sueño del Faraón de Egipto en el que siete vacas lustrosas eran devoradas por otras siete vacas flacas. Un hebreo llamado José, que había llegado a Egipto vendido por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas, interpretó el sueño al Faraón. La historia de las siete vacas flacas ha pasado a ser el símbolo de lo que hay que hacer en tiempos de prosperidad para ser capaces de hacer frente a las carencias de los tiempos de escasez.

En este país, vamos a cumplir cuarenta y cinco años en los que periódicamente somos convocados a las urnas, gracias a una constitución que también fuimos llamados a refrendar con nuestro voto.

Es una situación con la que no nos atrevíamos a soñar durante los largos años en los que sólo había vacas flacas. Tengo la impresión de que algunos lo han olvidado y otros parece que están bastante desinformados de aquellos tiempos en los que ni se podía elegir a los gobernantes ni menos aún decidir la orientación de los programas para la gobernanza de la nación.

Desde el alcalde del pueblo más minúsculo hasta el jefe de gobierno, pasando por todos los escalones intermedios, mandaba quien era designado por los prebostes de un régimen que no permitía la mínima crítica que pusiera en duda su autoridad. Por supuesto que quien se atreviera a escribir algo parecido a lo que estoy diciendo, debía tentarse la ropa si quería sortear el riesgo de ser sancionado y perseguido.

Reconozco que el gobernante no acertó al convocarnos a las urnas en estas fechas y circunstancias. Hubiera hecho bien en tomar en consideración las molestias añadidas, que unas elecciones generales en plena canícula comportan para el ciudadano. Pero también reconozco que los ciudadanos deberíamos revisar nuestro bagaje democrático y acordarnos de los años en los que sólo pastaban en nuestros prados unas escuálidas vacas flacas, que nada sabían de democracia.

Se dice que Winston Churchill recordó a sus compatriotas que “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. No lo mejoraremos minando sus cimientos sólo porque es incómodo ir a votar en la época más calurosa del año.

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