Jesús Paraíso lleva un cuarto de siglo siendo el archivero municipal de Barbastro. En 25 años nunca se ha cansado de su trabajo. Seguirá hasta que se jubile, dice con una sonrisa que le tapa la mascarilla pero se aprecia en sus ojos, aunque no tiene ganas de que ese día llegue. Posee la suerte de que le gusta mucho su labor gracias a la gran variedad que existe en el archivo municipal de Barbastro.
Organiza, clasifica, describe, ordena documentos y atiende a usuarios e investigadores que hacen uso de ellos. Para Jesús, uno de los más importantes es un censo de la aljama de judíos en el año 1392. «Aparecen los nombres de toda la población judía de Barbastro con sus nombres verdaderos, no con los conversos», explica.
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También guarda una serie de privilegios reales originales, entre ellos se encuentra el archivo más antiguo que data del año 1115, el de Alfonso I. Además, cuenta con documentos sobre el corregimiento, la antigua división provincial en Aragón. «Barbastro era cabeza de corregimiento y se emitían una gran cantidad de órdenes y se juzgaban muchos asuntos. Hay muchos datos. Así, también se tiene información sobre la cantidad de pueblos que existían y ahora están despoblados», indica Paraíso. Del año 1498 conservan una carta de Fernando el Católico enviada desde Zaragoza, sobre la mezquita que había en la Plaza del Mercado, donde actualmente está la capilla de Santa Ana.
Desde el s.XV hasta hoy
La documentación municipal arranca en el siglo XV y la colección de pergaminos abarca desde el año 1115 hasta el siglo XVIII. Hasta 900 metros de estantería ocupan los fondos del archivo municipal de Barbastro y solo la documentación del siglo XX llena la mitad. Lo que más ocupa son los expedientes de urbanismo. En el archivo municipal tienen varios fondos: «El municipal, la colección de pergaminos, protocolos notariales, documentos reales en papel del siglo XV, XVI y XVIII. En otro fondo está la compañía de seguros la Fraternal Barbastrense con sus libros de contabilidad; también está el de la cámara agraria, el de la empresa Moliné. Tenemos parte del archivo de Cregenzán y el del convento de Santo Domingo de Benabarre y el de las Dominicas».
Por otra parte, destaca el archivo de Radio Juventud de Barbastro, del que conservan guiones de los programas, cintas magnetofónicas y cortes de publicidad que se emitían durante los anuncios de la emisora. En cuanto al método de conservación con el que trabajan en el archivo municipal es el clásico: «Cajas libres de ácido y procurar que la temperatura y humedad sean constantes y sin oscilaciones», explica Paraíso. Poco a poco van restaurando los documentos más antiguos, en peor estado o los que tienden a estropearse más rápido. Todo tiene un valor histórico incalculable y se debe preservar para posteriores consultas.
Digitalización de los archivos
La pandemia también ha tenido un impacto en el área de los archivos: cada día se produce menos contenido en papel. Es por ello que digitalizar los documentos puede ser muy necesario. Además de tenerlos bajo una mayor seguridad, para dar más facilidades a los documentalistas e investigadores.
«Lo malo de digitalizar es que es muy caro. Al final acabaríamos con millones de imágenes en nuestros ordenadores. Por ejemplo, un protocolo notarial suele tener 200 folios, eso serían 400 imágenes. Si tenemos 480 protocolos, calcula los que existen desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, saldría una barbaridad», afirma Paraíso.
En el archivo municipal de Barbastro, tan solo hay digitalizados algún protocolo notarial «y de rebote». «Son unos en catalán y aragonés, porque un grupo de investigadores de una universidad están estudiando estos idiomas en el siglo XV. Tenían financiación fuerte y vinieron aquí con un equipo profesional para digitalizarlo. Es necesario tener cámaras enormes, focos con buena luz, la iluminación debe ser perfecta y el encuadre también», señala. Aún queda mucho para digitalizar todos los archivos pero hasta entonces, seguiremos apreciando el valor de guardar documentos en cajas y carpetas de cartón.