La arqueología subacuática centró la Semana de la Ciencia de la UNED de Barbastro. Entre los magníficos ponentes que asistieron, uno de ellos, Josep María Castellví, desgranó el estado de esta disciplina en la actualidad en las costas españolas.
A priori, el tema de la arqueología subacuática contemporánea nos puede quedar lejos a los que vivimos en interior.
Resulta un tema desconocido para muchos, pero subacuático implica también restos en ríos, no sólo los marinos.
La arqueología subacuática no es más que una extensión de la arqueología terrestre. Se trata del estudio de los restos humanos que se encuentran sumergidos.
Usted nació y se crió en Lérida cuando le tocó la mili aprovechó para aprender a bucear.
Cuando me llamaron por quinta elegí de forma voluntaria cumplir mi servicio militar en Operaciones Especiales. Yo, en verdad, quería hacer de todo: escalada, buceo, esquí… Estamos hablando de finales de los años 70 y, en aquella época, existían pocas oportunidades, por lo que vi mi momento. Poco después entré en un proyecto en el Cabo de Creus y ahí ya se despertó mi interés por la Historia y decidí estudiar la carrera.
Y lleva ligado al proyecto arqueológico subacuático Mar del Ebro desde hace más de dos décadas.
Esta prospección y documentación de los pecios de la Primera y la Segunda Guerra Mundial se desarrolla en las aguas del Delta del Ebro. Se considera el proyecto de arqueología subacuática de época contemporánea más importante de la historia de España.
¿Qué buscan?
Obtener toda la información posible sobre los pecios (mercantes, navíos y aviones) hundidos en la zona sobre la Primera y la Segunda Guerra Mundial y conocer su vínculo histórico con Cataluña.
La arqueología implica investigar, buscar, analizar datos. O bien los pecios te llevan a otras fuentes o bien a partir de determinada documentación se inicia la búsqueda bajo el agua.
Y estos barcos, ¿por qué se hundieron en estas aguas?
En la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, los barcos aliados recibían la protección de España pero al llegar a esta área y para acortar la maniobra, los barcos salían a mar abierto y ahí los alemanes, que lo sabían, enviaban submarinos. Por supuesto, todo esto hay que contrastarlo con otras fuentes.
Los pecios, ¿en que estado se hallan?
Resulta curioso, pero estos restos contemporáneos se encuentran más desprotegidos que los antiguos ya que, al no sumar un siglo de antigüedad, no se considera arqueología, sólo patrimonio.
Por otro lado, como el buceo se ha popularizado siempre existe el riesgo de esquilmación ya que estos vestigios se ven. A diferencia de los de época romana y fenicia que permanecen cubiertos.
Sin embargo, al igual que si te encuentras con un objeto en tierra no es tuyo, debajo del agua sucede lo mismo, no te pertenece y no te lo puedes llevar.
Pero dicho esto, la legislación española se alinea con las directrices de la Unesco y se trata de una normativa avanzada sin lugar para los buscadores de tesoros. No obstante, no en todos los países se comparten estas ideas.
Antes hablaba de cómo esta actividad ha ganado aficionados y ha evolucionado en general.
Incluso cuando yo me saqué los primeros títulos se mantenía un patrón muy militar en la enseñanza. Ahora muy poco, por no decir nada, queda de aquello. Cuando empecé, en España, practicaban submarinismo los extranjeros, los nacionales suponíamos una minoría. Y hasta nos hacían un descuento por ser de aquí en algunos lugares.
¿Qué le atrae del submarinismo?
El descubrimiento. Ver todo un mundo ante ti. Y este no se circunscribe sólo al agua, sea mar, río, pantano… sino que también disponemos de las cuevas, de los barcos hundidos…
¿Qué recuerdos guarda de ‘Al filo de lo imposible’ donde trabajó como cámara técnico?
Magnífico. Para mí éramos un grupo de buenos amigos trabajando y haciendo lo que nos gusta.
De todos los lugares en los que se ha sumergido, ¿cuál prefiere?
La Antártida sin duda. Porque ahí nos encontramos con lo primigenio, con la naturaleza salvaje. En el periodo de máxima afluencia, contando tanto científicos como turistas, no hay más de 20 mil personas. Ahí, no vales nada.