Encarna Samitier irradiaba felicidad en el Congreso de Periodismo de Huesca, celebrado en la capital oscense los días 14 y 15 de marzo. No era para menos, se reconocía su labor con el prestigioso premio José Manuel Porquet.
¿Qué sintió cuando le comunicaron que recibiría este premio?
Fue una sorpresa enorme. Sentí muchísima gratitud y una alegría muy grande, porque realmente supone un premio muy bonito. Y llega en un momento de mi vida que llevo muchísimos años trabajando. Ahora en la redacción de 20 Minutos, a la que quiero mucho, y recojo este premio en su nombre.
Usted conoció a Porquet.
Lo había leído antes de llegar a la redacción del Heraldo de Aragón. Y cuando le conocí, confirmé que se trataba de una persona extraordinaria y un periodista total. Todo le interesaba, escribía desde críticas gastronómicas hasta crónicas del Alto Aragón, con temas sociales, económicos, políticos. Siempre pensando en la mejora del Alto Aragón: la esencia del periodismo local, del verdadero periodismo.
Un periodismo que, quizás, se está perdiendo en esta inmensidad digital.
Podríamos pensar que sí, pero, creo que no del todo. Esa esencia del periodismo de cercanía, de proximidad social, puede quedar un poco desdibujada en medio de todo el ruido de titulares sensacionalistas o lucha por las audiencias. He hablado de periodismo imprescindible e indestructible. Y el local es el imprescindible por antonomasia. Y que sea imprescindible hará que sea indestructible.
¿Qué recuerdo guarda de su experiencia en El Cruzado?
Lo recuerdo como una gran oportunidad. Yo había terminado primero de carrera e hice las prácticas de verano en El Cruzado. Entrevisté a la reina de las fiestas, hice la crónica de la subida al Aneto, fui a FERMA, entrevisté a los taxistas del Coso… Recuerdo perfectamente aquel verano. Escribía los artículos en casa, en la máquina de escribir, y luego los llevaba a la imprenta. Y llegaba con mucha timidez, nerviosa, me imponían, pero eran todos muy amables. Una experiencia fundamental en mi carrera porque me dio la seguridad de que podía redactar y publicar. Confirmé que me gustaba ese ambiente y escribir de todo.
¿Qué le aportó trabajar con José Manuel Porquet?
El compromiso. Era un periodista abierto al mundo, al Alto Aragón y a los intereses de las personas. Y muy culto. Me parece muy importante que los periodistas leamos, estemos abiertos. Y fundamental que manejemos bien el lenguaje. Tenemos una batalla contra la invasión de anglicismos, que nos hace perder capacidad de situar bien adjetivos, sustantivos y preposiciones. Lázaro Carreter decía que el lenguaje demuestra qué tienes en la cabeza y la manera de expresarlo te ordena los pensamientos. Es un círculo vicioso. Importante tener la cabeza bien amueblada (con lecturas, conversaciones, información) y tener la capacidad de comunicarlo y expresarlo. En el caso de los periodistas, nuestro deber pasa por utilizar el lenguaje correctamente y dirigirnos a los lectores con claridad.
En su discurso dijo que quería ser periodista para hacer periódicos. Sueño cumplido.
Sí, más que cumplido. Con esa frase quiero decir que no quería ser famosa. Y no coincidía con el cliché de periodista aguerrido. Era una chica normal, algo tímida. Yo quería escribir un breve, un corte de agua, que son tan importantes como un editorial. Y eso he intentado hacer, escribir de todo con el mismo cariño.
Una carrera que inició en El Cruzado y ha llegado hasta la dirección de un periódico nacional.
Jamás se me hubiera pasado por la cabeza. Los editores, la familia de Yarza, confiaron en mí cuando compraron la cabecera 20 Minutos. Era subdirectora del Heraldo de Aragón, lo que me había dado experiencia en dirigir equipos, cerrar una edición… Me ayudó muchísimo mi experiencia en prensa local y regional y la veteranía. El periodismo no cambia ni en Madrid ni en Pekín ni en Barbastro.
Se mantiene la base.
Empecé con mi Olivetti, las linotipias, el offset, internet, el algoritmo… Al final, la base pasa por contar historias con rigor y veracidad, que contrastemos y que pongamos nuestro nombre y apellido. Porque el anonimato es uno de los males que nos aquejan a los medios. La gente confunde medios con redes. Por estas circulamos los medios, pero no todo lo que circula por las redes son medios. Y el anonimato supone una fuente de rumores, bulos e intoxicación.
No sabemos qué se volverá a inventar, pero seguro que viene algo después de la inteligencia artificial. Lo importante, que consigamos ser necesarios para la sociedad; que esta entienda nuestra utilidad y que servimos a los lectores.
Un guiño para Barbastro.
Barbastro es mi infancia, mis padres, el Coso, las huertas, el tomate rosa, que mi padre afirmaba que era el mejor del mundo. Me ha marcado, he sido feliz. Defino Barbastro como la ciudad de las librerías, de las chocolaterías, de las fruterías, de los paseos. Llena de historia y de cultura y muy pegada al terreno. Me parece un sitio privilegiado.