Barbastro

Ana Puy: «La intolerancia a la lactosa no me condiciona. Aunque, al principio, me pareció un rollo»

Ana Puy lleva dos años conviviendo con una intolerancia al azúcar de la leche, la lactosa. A pesar de sus temores iniciales, el cambio en su dieta no ha supuesto ningún problema

Ana Puy, de Barbastro, nos atendió desde Módena ciudad en la que estudia quinto curso de Medicina. Foto: S.E.
Lola Gª Casanova
16 octubre 2023

Italia. Pizza, pasta, calzone, tiramisú, risotto, helados, mozzarella, mascarpone, parmesano… Ana Puy se encuentra de Erasmus y estudia quinto curso de la carrera de Medicina en Módena. Le diagnosticaron intolerancia a la lactosa hace más de dos años. “Confieso que, viviendo este año en Italia, siento  más tentaciones a la hora de comer. Pero en mi caso concreto, si me apetece un helado, voy a por él. No lo hago todos los días, aunque sí de vez en cuando”.

El diagnóstico de la intolerancia a la lactosa

A esta joven barbastrense, hace más de dos años que le diagnosticaron intolerancia a la lactosa. Sin embargo, en su caso, su cuerpo sí cuenta con un umbral de tolerancia por lo que puede tomar (en pequeñas cantidades) alimentos con este azúcar. Nunca abusar, desde luego, porque entonces se desencadenarían en su organismo los síntomas digestivos más habituales que acompañan a esta intolerancia. Dolor e hinchazón abdominal, flatulencia, vómitos y diarrea se encuentran entre los más comunes. 

Ella ha llegado a sufrir episodios de vómitos y diarrea cuando la comida venía bien provista de lácteos. Y no resulta difícil. Imagínese: una bechamel recubriendo canelones o coliflor, una crema vegetal a la que añadimos un toque de nata o queso para que gane cremosidad; de segundo unos san jacobos, lomo en libro… Escriba usted su propio menú. 

“Experimenté síntomas y como mi hermano fue diagnosticado con este tipo de intolerancia antes que yo, mis sospechas estaban fundadas. Cuando acudí al médico me recomendó minimizar mi ingesta en lactosa. No la he eliminado en su totalidad porque, en mi caso, no es necesario. Pero cada uno es diferente. Lo que debemos hacer es observarnos y tener muy claro cómo nos sientan los alimentos y qué reacción provocan”. 

Vida cotidiana

Lo que en un principio le pareció “un rollo”, lo ha normalizado y no supone ningún inconveniente. En buena medida, gracias a las pastillas de lactasa que ayudan a su asimilación. Además, en el mercado existen alternativas al lácteo tradicional. Por ejemplo, los quesos cuanto más curados, menos lactosa. Las leches y derivados de cabra o búfala presentan menos cantidad de este hidrato. “Hay que pensar que cada persona lo lleva de modo diferente. Me he pasado a la leche sin lactosa y si decido comer algo que la contiene, las pastillas me ayudarán. Tendré síntomas, pero más llevaderos”.

Como estudiante de Medicina en la Universidad de Zaragoza comenta que en la asignatura de Nutrición no abordaron el tema de las intolerancias. “Opino que esta materia presenta un enfoque erróneo. Sin embargo, se trató en Digestivo, aunque tampoco en profundidad. Como estudiante, me da la sensación de que estas cuestiones alimentarias se las dejan a los médicos de cabecera y al especialista digestivo”.

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