“No mires la paja en el ojo ajeno, mira primero la viga en el tuyo”. Son palabras de Jesús que podemos encontrar en Mateo 7 y Lucas 6.
El caso de Errejón va a dar mucho que hablar y mucho que escribir. Va a ocupar muchos espacios y no siempre para bien. Ya están saliendo voces pidiendo explicaciones, como sucede cuando hay casos que afectan a políticos.
Es más llamativo en este caso por el hecho de que las anteriores declaraciones de este señor iban en el sentido de la defensa del derecho de la mujer a no ser violentada, convencido de la bondad de la ley del “solo sí es sí”, que, por lo visto, se saltaba sin reparos.
Lo han destituido del cargo de diputado y de sus formaciones políticas. Pero ya se ha difundido la duda de si ya hace tiempo que se sabía y se ha ocultado. El tiempo lo dirá, pero solo afectará a los seguidores de cotilleos. Mientras tanto se fomenta la curiosidad general y el morbo. Muchas veces nos perdemos en cotilleos analizando vidas de personas mediáticas solo porque salen en la televisión, pero que no nos aportan nada en absoluto. En pocas ocasiones son vidas ejemplares que nos ofrezcan modelos de conductas para el bien de la sociedad.
Recuerdo cuando se anunciaba la emisión de Gran Hermano. Personalmente, estaba interesada en verla porque me gustaba la periodista y presentadora Mercedes Milá. Creo que vi, como mucho, los diez primeros minutos, tal fue la decepción que me causó el contenido del programa. Sin embargo, todos sabemos el éxito que tuvo durante muchas temporadas.
Muchas veces me pregunto qué aportaba a nuestras vidas ver un grupo de personas viviendo juntas, aún sin conocerse al principio, y que se comportaban sabiendo que estaban siendo grabados y vistos por una gran cantidad de gente, poniendo sus vidas y sus actos a la intemperie de quien quisiera verlas.
Hace años hice un curso intenso de animación sociocultural en los Centros Católicos de Cultura Popular, promovidos por las Mujeres de Acción Católica, donde me enseñaron a ser crítica con lo que nos ponen delante de los ojos y a saber distinguir lo bueno, lo interesante, lo que podía ayudarme a crecer como persona. No sé si lo consigo, pero lo intento. Y desde luego no me trago todo lo que me dicen los medidos, porque muchas veces son cortinas de humo para esconder otras miserias más importantes para nuestras vidas, y otras, solamente el deseo de fomentar el morbo a que tan aficionados somos en nuestro país.