La conciencia eclesial actual ha ido pasando, de una consideración de los laicos como objeto del cuidado y de la solicitud pastoral de los ministros ordenados, y de la benévola concesión de “participantes en el apostolado jerárquico de la Iglesia”, al concepto más reciente de “colaboradores” y al de corresponsables, como bautizados, junto con y al lado de las otras vocaciones, en la misión única y común encomendada por Jesús a todos sus discípulos, reunidos en la misma y única Iglesia de Cristo, como expresara Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Christifideles laici.
El laico tiene una vocación específica, dada por Dios, y no ya concedida por la jerarquía. Llamado desde su bautismo, tiene una misión peculiar y propia. Los laicos no sólo pertenecen a la Iglesia, sino que son “la Iglesia en el mundo”. Son corresponsables de la misión evangelizadora de la Iglesia.
En el documento de la LV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española titulado Los cristianos laicos. Iglesia en el mundo se lee: “En un mundo secular, los laicos… son los nuevos samaritanos, protagonistas de la nueva evangelización, con el Espíritu Santo que se les ha dado… La nueva evangelización se hará sobre todo por los laicos, o no se hará”.
Un segundo aspecto de esta conciencia es que la referencia vocacional de los laicos los coloca y envía no primordialmente al interior de la comunidad eclesial sino al exterior, a ese ámbito que se conoce como «el mundo». Según reza el documento citado de la Conferencia Episcopal Española “los laicos, por su novedad cristiana e índole secular…, concretan la inserción de la Iglesia en el mundo y para el mundo… Son llamados por Dios para santificar el mundo desde dentro”. La misión propia de los laicos cristianos es cumplir con sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político (ChL 2).