Escucho en la radio que la inmigración está en el primer puesto entre las preocupaciones de la sociedad española, por delante incluso, del paro. Escucho también que el presidente Sánchez va a hacer un viaje a tres países de África para animarlos a que controlen a sus ciudadanos y evitar que vengan a España.
Hace algún tiempo Úrsula von der Leyen hizo lo mismo con Mauritania llevando una muy suculenta cantidad de euros para ayudar a evitar la emigración de ese país. Recuerdo que pensé que, seguramente, ni un céntimo llegaría para ese objetivo y que todo el dinero se quedaría en los bolsillos de algún dirigente. En la tertulia radiofónica de esa mañana, uno de los participantes proponía que el dinero que se les da a los países sirviera para ayudar a las familias haciendo un seguimiento del destino de esos fondos. Me ha parecido la intervención más sensata de todas las que se oyen en los medios de comunicación.
Desde hace 65 años eso es precisamente lo que está haciendo Manos Unidas, por eso las familias beneficiarias con los proyectos financiados por esta ONGD no se plantean salir de sus países porque se les ha dado la posibilidad de tener una vida relativamente mejor. Su trabajo es verdaderamente serio.
En primer lugar, Manos Unidas recibe la propuesta del proyecto enviado por la persona o la organización que se hace responsable de su ejecución. Después visita el proyecto y ve su viabilidad, teniendo en cuenta el costo, el número de beneficiarios y si realmente los destinatarios son los que lo necesitan. A continuación, se envía el dinero y hace el seguimiento. Pide un informe detallado de la marcha de las obras a mitad de la ejecución del proyecto y otro al final, incluyendo fotografías y las facturas originales de los gastos efectuados. Así el dinero no se pierde en bolsillos ajenos y las personas mejoran sensiblemente sus vidas.
Sé muy bien que el Gobierno no es una ONG, pero en lugar de gastar el dinero en policías, en salvamento marítimo, en vallas y demás obstáculos que impiden el paso de los subsaharianos, ¿no se podría gastar en inspectores que replicaran lo mismo que está haciendo Manos Unidas?
Tienen razón en las Islas Canarias al estar preocupados. Es ahí donde llegan las personas huyendo del hambre y de la violencia. En el caso de los MENAs nos hemos preguntado: ¿qué padres dejarían en un cayuco a su hijo menor, una embarcación que no se sabe si llegará a su destino? Recuerdo cuantas lágrimas vertió mi madre cuando con 17 años me fui a trabajar a Suiza. ¿Creemos que esos padres tienen el corazón más duro que mi madre? Estoy segura de que no.
Por muchas leyes que se aprueben para regular la inmigración, ninguna tendrá en cuenta los sentimientos ni las necesidades de las personas, pero sí el bienestar de nuestros ricos países.