No son una opción nueva. Sin embargo, seguramente sea la que más ha evolucionado. Los campings ya no son lo mismo que hace 30 años, se han transformado por completo. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019, último con datos reales antes de la pandemia, más de 665.000 viajeros pernoctaron en los mil campings que hay en España en verano. El coronavirus estalló a las puertas de lo que podría haber sido una buena temporada de Semana Santa. Sin embargo, el período estival de 2020 no se consideró tan malo. Los campings altoaragoneses se vieron beneficiados por estar en emplazamientos abiertos y naturales.
Alberto Solana, dueño del Camping de Pineta, confiesa que llevaban un incremento de ocupación muy fuerte durante los últimos cuatro años: «El año pasado fue el ‘boom’ fuerte. La gente traía su propia autocaravana o furgoneta y estaban aislados sin tener que moverse de su círculo y espacio. Fue un 32% más respecto a otros años, y este año estamos subiendo también pero, a diferencia del año pasado, solo un 8%». Muchos clientes que solían acampar en tiendas de campaña, ahora acuden con su propia caravana o autocaravana.
En el mismo sentido, María Segura, encargada del camping Aneto, destaca que hay muchos ‘novatos’ con estos vehículos. «Vemos mucho usuario nuevo que los acaba de adquirir. Leí que la venta de autocaravanas ha crecido un 300% este año. Hay quien no viene a los campings y pernocta en áreas especiales, pero muchos sí que vienen porque necesitan un soporte. Estos vehículos tienen muchas complejidades y los primerizos no saben cómo utlizarlos. Nosotros tenemos asistencia para ellos», explica. En años anteriores por estas fechas, el camping Aneto colgaba el cartel de ‘completo’, pero este se encuentra por debajo de la ocupación del año pasado. «Pensábamos que íbamos a tener más clientes. Se nota que la gente todavía tiene miedo», añade.
Agosto promete
Por su parte, Solana indica que la previsión para agosto es prometedora. «Vamos a estar a un 90%. Dejamos un margen porque no queremos que se llene pero podríamos llegar al 100%», señala. El incremento de casos por covid en las últimas semanas han trastocado un poco los planes del administrador. «Seguimos en la misma línea del año pasado pero creíamos que este año ya iba a ser diferente, normal y tranquilo pero no», asegura consciente de que «dentro de lo malo» el sector del camping no puede quejarse, y menos en el Pirineo al estar en espacios abiertos y naturales.
“Parece que siempre hemos sido de media o baja calidad”
Alberto SolanaCamping Pineta
No opina lo mismo Segura, que ha visto como un «tremendo bloqueo» en el valle de Benasque cortaba la afluencia de visitantes. «En nuestro valle ha sido especialmente duro, se nos ha aislado. Las cuatro estaciones de Aramón fueron las únicas que cerraron en Aragón. Nos ha afectado bastante», afirma. También perjudicó el corte de la N-260 entre Campo y El Run, ya que para acceder a Benasque había que coger una alternativa que aumentaba más de media hora el trayecto. Segura ha podido «volver a dar trabajo» durante la temporada estival y confiesa que aunque «la ausencia de turista extranjero ha sido desoladora, mientras el tema de salud vaya bien, la valoración es buena».
Salto cualitativo
Y es que ir de camping es mucho más que aparcar la caravana o montar una tienda de campaña. Estos espacios al aire libre han dado un salto cualitativo en confort, servicios e instalaciones. «Este año en Pineta hemos apostado por abrir una zona nueva con 21 parcelas para tener más seguridad. Además, hemos abierto un cargador para coches eléctricos», explica Solana. Aunque es un camping de temporada y la zona de acampada echa el cerrojo en octubre, los bungalós están disponibles hasta diciembre.
Esta evolución del turismo campestre ha hecho que se cambie una idealizada mala imagen. «Parece que siempre hemos sido de media o baja calidad. Pero, en los últimos años, a través de varias asociaciones, hemos ido hacia la mejora de las instalaciones. Los clientes lo han visto porque confían y repiten. También están empezando a llegar nuevos», añade, destacando que estos nuevos usuarios son quienes antes iban al hotel y, tras la pandemia, han decidido probar el camping.
El cliente nacional, en auge
Lluis Rabionet tiene autocaravana desde 1983. Dice que siempre ha viajado en ella. Antes, cuando trabajaba en una tienda de textiles solo esperaba al primer día de vacaciones para cogerla y recorrer el continente. Ahora, regenta el Camping de Alquézar y lamenta que hoy en día haya más autocaravanas en las áreas para pernoctar que en los campings en verano. «Hemos notado más afluencia en el camping pero la realidad es esa. Ahora con el covid a las personas no les gusta estar cerca de mucha gente y compartir espacios y zonas comunes», señala. Al igual que Solana y Segura, Rabionet también imaginaba que este verano iba a ser «normal».
«Pensaba que íbamos a estar ya a la altura de 2019. Fueron años que todo crecía. Realmente todo se jorobó hace veinte días y ahora nos movemos en un 70 u 80% con respecto al año pasado. Pero en agosto tenemos casi todo lleno», indica. El enclave turístico que es Alquézar atrae a muchos turistas, la mayoría de ellos franceses. Son los que ocupan la mayoría de las parcelas disponibles en este camping. «Regularmente el 55% de nuestros clientes son de Francia. El 35% españoles de Aragón y Cataluña, y el 10% restante se lo reparten entre holandeses y belgas», enumera Rabionet. En cambio, estos dos últimos años el cliente nacional ha ascendido «notablemente». «Estarán por encima del 70%, sobre todo muchos vascos y catalanes», apuntilla.
En ese sentido, Pablo Lasaosa del Camping Lago de Barasona indica que aunque «no predomina, el cliente extranjero domina» y este verano se le ha echado mucho en falta. Los rebrotes y la declaración de Aragón en zona de alto riesgo ha hecho mella en la recepción de estos usuarios, tanto en verano como hace cuatro meses. «Muchos franceses u holandeses que antes venían han cancelado su viaje. Estos huecos los han ido rellenando clientes nacionales, pero los españoles vienen a pasar tres o cuatro días, mientras que los extranjeros están quince o veinte», explica Lasaosa. En el camping de Ribagorza prevén el lleno en agosto pero la realidad es que entre semana han tenido una muy baja ocupación en estos campings en verano.
Ligüerre y Morillo
Ligüerre de Cinca y Morillo de Tou fueron dos pueblos que quedaron deshabitados por los embalses de El Grado y Mediano, respectivamente. Hoy en día vuelven a sentir la vida en sus calles como centros vacacionales, impulsados por Comisiones Obreras y UGT. José Antonio Rufas, director de Ligüerre Resort, confirma que están a un 50% de ocupación aunque con picos del 70%: «El turista ahora reserva a última hora y el que lo hace con anticipación tiene esa incertidumbre de no saber qué va a poder hacer hasta casi el final. Realizar previsiones así es muy difícil».
La rutina anterior a la pandemia de que los clientes extranjeros ocupaban la temporada baja, «han desaparecido». «En primavera venían muchos holandeses y belgas que este año no han aparecido. Ahora parece que los franceses se dejan ver. El cliente nacional ha respondido bien pero no en la misma cantidad», afirma Rufas. Así pues, ha habido mucho «turismo de fin de semana», es decir: «Mucha gente de la provincia hacía excursiones por la zona y dormía de viernes a domingo o consumía en nuestras instalaciones». Por otro lado, el espacio de Ligüerre tiene capacidad para realizar grandes eventos y bodas. Estas celebraciones se han visto reducidas a mínimos nunca antes vistos, igual que la ocupación en los campings en verano.
Bodas y eventos
Pedro Arbó, gerente del centro de vacaciones Morillo de Tou, confirma la tendencia: «Son uno de los segmentos que más trabajamos. Durante un año y pico no hemos podido hacer ninguna boda. El último fin de semana de junio pudimos celebrar una que estaba prevista hace bastante. Lo único que en vez de 200 personas, acudieron las 60 que permitía la ley». También organizan un festival de jazz, pospuesto a septiembre tras un año suspendido.
La capacidad de hospedaje que tiene Morillo de Tou es muy grande, «en el camping caben 400 personas y el resto entre el hotel, bungalós y apartamentos unas 300 más». Aprovechando estas grandes dimensiones, su punto fuerte es la estancia de grandes grupos de familias, amigos o asociaciones. “El verano ha arrancado con fuerza, tenemos buenas perspectivas. No creo que vayamos a estar al mismo nivel que 2019, pero sí mejor que el pasado. Tengo buena sensación para los campings incluso para después de verano”, asegura Arbó.
De momento, los campings y centros vacacionales de la zona oriental de la provincia se preocupan por trabajar el verano de cara al cliente nacional. Esperan al extranjero fuera de temporada, sin olvidar los duros y penosos meses con cierres provinciales, ERTEs y la parálisis económica.