Las personas, generalmente, en muchas ocasiones, sentimos miedo. Por eso queremos tener todo asegurado. Muchas veces al escuchar la publicidad lo constatamos. Queremos asegurar todo, por si acaso.
Ya que recientemente hemos conmemorado a nuestros difuntos, me viene bien contar una experiencia vivida personalmente.
Tenía un excompañero de trabajo con el que me unía muy buena amistad y que falleció hace pocos meses. Este hombre no tenía familia, era hijo único y sus padres habían fallecido hace tiempo. Ni siquiera familiares lejanos. Por esta razón, y porque sabía en qué compañía tenía contratado el seguro de decesos, me ocupé de la tramitación de los servicios funerarios. Elegí la caja, el ramo de flores, las esquelas, la iglesia. En fin, todo. Creo que ya sus padres pagaban el seguro, por tanto, él llevaba muchos años cotizando.
Por desgracia, al vivir solo, lo encontraron muerto después de cuatro días, así que, como tuvieron que embalsamarlo, el número de esquelas de dos, se redujo a una; el ramo de flores que era de rosas blancas, se quedó en margaritas. Al menos se respetó el ataúd que había elegido.
Con esto quiero decir que a la aseguradora le ha quedado un buen beneficio. No creo que a la aseguradora le hubiera supuesto demasiada pérdida respetar lo elegido en un primer momento.
Por otro lado, una gestoría está publicitando la oferta que por “solo” veinte euros al mes, te defienden en caso de tener problemas con la ley. ¿Y si nunca tengo problemas con la ley? Pues les estoy regalando veinte euros todos los meses.
Los seguros sirven para cubrir siniestros. ¿Y si nunca tengo un siniestro? Y si un día lo tengo, recurro al banco que me lo preste y pago los intereses que corresponda, pero por algo que verdaderamente haya sucedido.
Es cierto que hay situaciones que conllevan gran probabilidad de riesgo como son las cosechas para los agricultores, tanto más ahora con el cambio climático. O los accidentes de tráfico que tantas vidas se llevan por delante.
La publicidad de seguros que nos ofrecen los medios de comunicación es agresiva hasta la saciedad. Supongo que la inversión les debe salir rentable.
Lo que sí puedo decir es que, en mis frecuentes viajes a Madrid, veo que los mejores edificios del paseo de la Castellana son de bancos y aseguradoras.
¡Dónde hemos dejado la confianza en Dios que nos dice que no nos preocupemos del futuro!