En términos generales, desde el punto de vista de la oferta, los productores están teniendo dificultades para satisfacer el incremento de la demanda de los consumidores.
Dos han sido las principales razones que han estimulado la demanda. Por un lado, la paulatina relajación de las restricciones ha posibilitado que los consumidores comenzaran a gastar lo ahorrado durante los meses de limitaciones. Por otro, los gobiernos han optado por implantar políticas expansivas, tanto fiscales como monetarias, incentivando el consumo en busca de la ansiada recuperación económica tras el parón provocado por la pandemia. Otro factor a tener en cuenta es que el gobierno de China, la gran fábrica del mundo, ha impuesto un recorte en el consumo energético, lo que provoca el descenso de la producción en el país.
Pero, sin duda, la causa más destacable que trae de cabeza al tejido empresarial por sus notables consecuencias es la acuciante crisis en el transporte marítimo, del que tan dependientes somos todos los países europeos. Y es que, según fuentes de la UNCTAD, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, alrededor del 80% de los bienes que consumimos se transportan por vía marítima.
Cuando el virus paró el mundo, los contenedores no pudieron cargarse para ser devueltos a Asia, por lo que la perfecta armonía de la logística internacional se vio bruscamente interrumpida. No en vano, el gigante asiático lo es a efectos no solo de exportaciones, en tanto en cuanto concentra la mayor parte de la capacidad productiva mundial, sino también de compras a otros países, con más de dos billones de dólares importados en 2020. Esta desubicación de recipientes de carga provocó la escasez de contenedores vacíos, que todavía estamos sufriendo, y el correspondiente incremento de los costes del flete que, con el aumento en los precios de las materias primas, encarece, irremediablemente, las compras internacionales.
Princinpales sectores de importación
Materias primas y plástico: 89.043,60€
Química orgánica: 61.419,03€
Cereales (trigo y maíz): 61.218,10€
Animales vivos: 30.652,06€
Prod. fundición hierro: 22.401,35€
Total sectores importación: 556.993,31€
¿Cómo ha afectado lo anteriormente expuesto a las importaciones en la provincia de Huesca?
De acuerdo a los datos publicados por la Secretaría de Estado de Comercio Exterior, de enero a agosto de 2021 las empresas oscenses importaron o adquirieron intracomunitariamente mercancías por valor de 556.993.305,28 euros. Un 28% más que en el mismo periodo del año anterior, por encima del crecimiento aragonés y español, 23 % y 22% respectivamente. Pero este dato aislado no nos puede llevar a concluir que las empresas oscenses están sufriendo en menor medida las consecuencias de la incertidumbre mundial. En realidad, ocurre más bien lo contrario, puesto que, si atendemos al valor promedio de las transacciones por tonelada importada, el comportamiento de las importaciones oscenses no es alentador. En este sentido, el precio unitario de las importaciones en la provincia de Huesca ha sufrido incrementos del 40%, respecto al mismo periodo del ejercicio anterior, cuando para el total de Aragón y España se ha visto incrementado un 13%. En definitiva, los importadores oscenses han pagado más por tonelada importada que en el conjunto de Aragón y España. La razón de este desigual comportamiento no es otra que la concentración del tipo de producto importado por parte de las empresas de la provincia de Huesca.
Y es que, como se refleja en la tabla adjunta, los cinco principales sectores de importación concentran el 48% de las importaciones, lo que provoca que variaciones al alza en el precio de estos productos, que lamentablemente son de los más afectados, tengan mucha relevancia en el cómputo global de las importaciones o adquisiciones intracomunitarias de la provincia. Ante el drástico incremento de los precios del transporte marítimo, de las materias primas, de la energía eléctrica y del combustible, los empresarios oscenses, con unos márgenes reduciéndose a ritmos trepidantes, se ven abocados a trasladar el coste a sus clientes. Entre tanto, las tensiones inflacionistas amenazan la subida de tipos de interés y la consecuente disminución del poder adquisitivo y de financiación de las familias y de las empresas.
Acostumbrados durante estos dos últimos años a que la realidad supere la ficción, ya nada parece sorprendernos. Pero la creciente incertidumbre ante la evolución del problema sí que hace aflorar entre nosotros la duda, la inseguridad, la indecisión… que, lamentablemente, suelen ser un freno para la dinamización de la economía.