A los 18 años Verónica Estraña ya constaba como demandante de trabajo en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo. Sin embargo, con poco éxito puesto que, una década más tarde, no ha recibido ni una llamada de una empresa ordinaria. Esto no quiere decir que esta joven barbastrense con síndrome de Down haya estado quieta.
Después de acabar la etapa escolar no ha parado.
Estuve en San Vicente y también un par de años en el colegio La Alegría de Monzón. Y cuando salí, he hecho muchos cursos. Algunos me pagaban, aunque a mí el dinero no me importa mucho. A mí me gusta salir de casa y trabajar, todo me va bien. Me da autonomía, aunque a veces me tienen que ayudar.
¿Son importantes los compañeros de trabajo?
Sí, claro. De un compañero a otro, todo cambia. Con uno puedes sentirte a gusto y con otro, no. Y ya no quieres ir a trabajar. Eso me ha pasado. Yo no he faltado ni un día al trabajo, pero si no te hacen caso, no te gusta.
Usted quiere trabajar en Barbastro.
Algunos amigos de la Asociación Down viven en Binéfar en un piso y trabajan. Pero yo no he querido y prefiero estar con mis padres. A ellos les parece bien. Me gusta trabajar, pero no conduzco y mis padres me tienen que llevar. Por ejemplo, estuve un año en Monzón en un curso de jardinería y ellos me llevaban y me traían.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Manualidades y zumba, ¡me encanta! Pero ahora la profesora se ha lesionado y no hay clases. Con mi grupo actuábamos en Navidanza. Una vez me apunté a un gimnasio, pero me fui porque no estaba bien con la gente.
Hablan los padres
“Mientras no se diferencie entre discapacidad física e intelectual no habrá nada que hacer. A mi hija, en unas oposiciones con reserva de plaza por discapacidad, se le exige el temario de la Constitución, pero ¿de verdad lo necesita?, ¿no habría que valorar otras aptitudes?”, reflexiona Estraña. Otra cuestión importante hace referencia al lugar de trabajo ya que a las personas con síndrome de Down no se les permite obtener el carné de conducir, lo cual limita su radio de empleo. Así, confiesa Buil, su madre: “He pasado temporadas sin trabajar para poder llevar a mi hija a sus obligaciones. Pero, de verdad, conviene que estén ocupados. Primero, por ellos y porque tampoco pueden pasarse todo el día en casa”.
Como familia han llevado su vida con normalidad, estimulándola cuanto han podido y con una educación práctica y funcional. Además, han tenido en cuenta sus opiniones. “Como la de seguir viviendo en casa. Todos preferimos estar juntos en el mismo hogar”, explican.
En el tema del trabajo, tampoco se han opuesto a su voluntad de estar ocupada, sea en talleres ocupacionales, cursos o un centro especial de empleo. “Las personas Down requieren una tarea repetitiva y metódica, sin apenas variaciones. Si les dan esto lo harán a la perfección, ¡le aseguro que no encontrará mejores trabajadores que ellos!”.