El Centro de Congresos de Barbastro sirve de escenario para la presentación, el viernes 12, del cuento Vuela tan alto como quieras de la barbastrense Belén Cobos. Madre de tres hijos, Cobos aborda los sentimientos que emergen cuando un niño pequeño “fracasa” en sus primeros años de escolarización.
Se estrena como escritora. Enhorabuena.
En efecto, este cuento supone mi opera prima. No ha sido premeditado porque yo nunca pensé en escribir. Ni un cuento, ni una novela… pero tras lo vivido con mi hijo quise ayudar. Así que, como lo tenía muy claro, en unos seis meses lo preparé.
Ayudar, ¿a quién?
A cualquier familia con un hijo con problemas de aprendizaje y que todavía no ha puesto nombre a lo que sucede. En mi caso, mi hijo tiene dislexia, pero la vivencia y el relato sirven para cualquier situación que derive de una dificultad en el colegio.
El protagonista del cuento se llama como su hijo. En este caso, no han temido a las etiquetas.
Lo hablé con él y quiso que llevase su nombre porque se siente reflejado. En definitiva este cuento representa parte de su corta historia y de su vida y, por supuesto de la mía como madre y de la familia porque todos sufrimos.
Habla de sufrir.
Porque así pasó. Las cosas en el colegio no fueron bien nunca, la verdad. Pero cuando llegó el tiempo de comenzar más en serio con la lectoescritura los problemas que permanecían latentes y estancados se desataron. Por ello, mi único objetivo es echar una mano a las familias y a los niños. E intentar evitar el dolor.
¿Por eso se centra en la época anterior al diagnóstico?
Sí. Niños alegres, vitales, risueños se llenan de ira y enfado. No quieren ir al colegio y se inventan mil excusas para no asistir, viven frustrados, con rabia. Pierden la autoestima.
Mis hijos no son perfectos, no lo hacen todo bien, pero como padres tenemos la obligación de escucharles y de estar atentos a sus comportamientos, a sus palabras. Puede ser que el colegio ofrezca otra explicación al malestar o al comportamiento de los niños.
El colegio representa la otra parte. No podemos ignorarlo.
Pero la normativa en el sistema educativo señala que hasta los 7 u 8 años no existe obligación de realizar las pruebas de dislexia. Y es así porque a los niños hay que dejarles espacio y un periodo para aprender a leer y a escribir. No todos llevan el mismo ritmo. Yo lo comprendo, así que en numerosos casos los padres acudimos a profesionales externos para el diagnóstico antes de esa edad.
Cuando me puse en contacto con otras familias tomé conciencia de que nuestro caso seguía la tónica general.
Se estima que cerca de un 10 por ciento de la población presenta rasgos de dislexia y aún así observo que falta comprensión.
Cuando me puse en contacto con otras familias vi que todas hemos atravesado situaciones similares. De ahí la necesidad del cuento. Entre la sospecha y el diagnóstico hay que atravesar un largo trecho y, créame, nada agradable. Mi relato se centra en este periodo .
Por tratarse de su primera publicación: ¿Cómo afrontó la redacción?
Uno de los grandes desafíos fue reducir y resumir el texto. La redacción original contaba con más extensión, pero no podemos olvidar que este cuento se ha pensado para los niños. Y, a estas edades, además de que leen poquito su capacidad de atención es reducida. Por tanto, debía quedarme con lo esencial sin que perdiera interés. También me he encargado de las ilustraciones. Ha sido un proceso muy bonito, robando horas al sueño, pero el resultado me llena de satisfacción.
Usted buscaba cuentos sobre este tema para leer con su hijo y también habló con las terapeutas del material que existe.
Ellas mismas me comentaron que, de niños con dislexia, sí existen publicaciones, pero centradas en pequeños que ya conocen su diagnóstico. Sin embargo, quedaba el hueco del tiempo anterior.
¿Qué es la dislexia?
Quiere decir que su cerebro funciona y aprende de un modo diferente a como lo hace la mayoría de la población. No se trata de una discapacidad intelectual sino de un modo de aprender y de funcionar. No sólo afecta a la lectoescritura sino que puede implicar más desafíos y si no se abordan, son niños condenados al fracaso escolar y expuestos a problemas cotidianos.