El pasado fin de semana las calles de Alquézar volvían a rebosar de gente. En esta ocasión, de los corredores que participaron en la Ultra Trail Guara Somontano. La carrera arrancaba a los pies de la Colegiata, una fortaleza que ha estado durante años cuidada por los miembros de la familia Sierra, del propio pueblo. Nuestra protagonista, Isabel Bardají Naval, nació en Estadilla, pero acabó en Alquézar por amor. Hace unos años se jubiló de su oficio, guía turística en la Colegiata de Alquézar, donde trabajó alrededor de 25 años.
El destino le llevó a terminar en una familia política muy ligada a la Colegiata.
Efectivamente. El destino me llevó, por suerte, a casarme con Ángel Sierra, de Alquézar, hijo de Tomás Sierra. Tomás se encargaba de cuidar la Colegiata y de enseñársela a los turistas que se acercaban a curiosear. Pero es que el padre de este, Roque Sierra, ya lo había hecho antes y el padre de este último, Miguel Sierra, también.
Tomás trabajaba como carpintero, pero siguió esta tradición familiar y cada día realizaba las funciones comentadas anteriormente y también le daba cuerda al reloj y tocaba las campanas. Tanto era su cariño por la Colegiata que cuando tuvieron que restaurar al Cristo, no dejó que se lo llevaran y pidió que lo hicieran en el propio edificio. Pero un día enfermó y ya no podía realizar estas tareas, así que como yo trabajaba como ama de casa, comencé, con la ayuda de la monja Francis, a tomar el relevo casi sin darme cuenta.
Cuando Tomás falleció, en la familia expusieron el hecho de continuar con la Colegiata. Así que como yo ya llevaba una temporada yendo, y me gusta mucho hablar y la historia, decidí ofrecerme para el puesto y así coger el testigo. Si lo hubiera sabido antes, le hubiera preguntado muchas más cosas para aprender sobre ellas.
Menuda responsabilidad.
En aquellas fechas ya no existía el reloj, por lo que mis funciones se limitaban a mantener la Colegiata limpia y a hacer de guía. Recuerdo que el primer día tenía unos nervios que no te puedes ni imaginar… Mi primera visita se trató de una pareja y menos mal que solo atendieron a mis explicaciones y no me preguntaron nada… porque no sé si hubiera sabido responderles. Pero me sentía y siento muy contenta y orgullosa de haber llegado a esta familia y haber continuado esta labor.
¿Le costó aprender la historia?
No me costó nada. Aunque al principio de mi trayectoria explicaba mucho menos que al final, que casi me tenían que callar. Además, conforme pasaba el tiempo, iba añadiendo datos nuevos, como con la restauración de la Colegiata, que explicaba sus procesos.
¿Y qué tal con los idiomas?
Me las ingeniaba como podía. De alguna manera, señalando todo el mundo se entiende y las palabras básicas y los siglos me los sabía. No hablaba fluido, pero los datos básicos me los aprendí.
Lleva alrededor de 25 años en la Colegiata.
¡Y qué honor! Todo el conjunto de la Colegiata es increíble. Por ejemplo, cuando llegas a la iglesia, con esas proporciones que tiene, y ves el retablo con ese pan de oro y tantas tallas, te quedas impresionado. Para mí, supone el esplendor más fuerte que tiene el conjunto, es de temblar.
También me quedé enamorada de las puestas de sol que veía desde el segundo piso del claustro. Me preguntaba: ¿puede haber tanta belleza en el mundo? Casi parecía una pintura natural. Me encantaba mostrárselas a los visitantes.
Ama su oficio.
La relación con los turistas, el hecho de que pudiéramos intercambiar opiniones e historias… Me encantaba. De hecho, a veces terminaba mi hora del trabajo y yo me quedaba más para hablar con esos grupos porque me parecía muy interesante.
Echo la vista atrás y siento mucha añoranza. Me encantaba mi oficio y más ejercerlo en la Colegiata. Ha pasado el tiempo y todavía la llamo mi casa (ríe). Siempre que vuelvo de vacaciones la miro y pienso: todavía sigue, no me la han cambiado. Se trata de un sentimiento muy grande, es ella la que te habla. Llegas a Alquézar y es inevitable observarla y preguntarte qué se encuentra dentro de ella. Y cómo no, visitarla.
También ha vivido el aumento del turismo en Alquézar.
Ha cambiado totalmente, pero a su vez se ha respetado todo. Y lo ha hecho a mejor; por las calles, esas fachadas que se caían abajo… Todo se ha restaurado, pero con la máxima autenticidad de lo que era. Aunque también tiene su parte negativa: la masificación. Pero claro, ¿eso quién lo controla?