El doctor Roberto Aznar Muñoz, natural de Barcelona, llegó al Hospital de Barbastro en 1987, dos años después de su inauguración. Desde entonces, dedicó prácticamente su carrera profesional a este centro hasta el año 2022. Además, se trató de uno de los impulsores de la asociación Martínez Vargas, nacida en 2004 y de la que fue su presidente durante muchos años. Ahora, el Hospital de Barbastro homenajea, a través de su figura, a todos los trabajadores que hicieron posible su puesta en marcha y su desarrollo en estos 40 años.
Enhorabuena por el reconocimiento.
Todo un honor. No me lo esperaba. Pero me parece una buena elección porque tanto la docencia como las bibliotecas siempre me han gustado mucho. Yo pensaba que había que morirse para que te dieran estas cosas, pero de momento me encuentro bien (ríe).
El actual director del Hospital de Barbastro, Juan Eito, ha tenido mucho papel aquí porque él me ha sucedido en la asociación Martínez Vargas y hemos tenido mucho contacto. Se lo agradezco a él y a todas las personas que han intervenido en este reconocimiento.
Casi toda una vida en Barbastro.
Mi casa está aquí, mis hijos han crecido aquí y es donde tienen sus amigos. No obstante, mi carrera profesional comenzó en el Hospital Clínic de Barcelona, donde realicé mi tesis doctoral. Después, el primer director del Hospital de Barbastro, Luis Güerri, me contrató como internista en el servicio de Medicina Interna. También trabajé durante un periodo de diez años en el Hospital de San Jorge de Huesca, donde ayudé a la creación de la unidad de VIH (sida). En ese momento nadie se dedicaba a eso, me propusieron ir y acepté. La idea en un principio me pareció bien y luego resultó un auténtico reto. Más tarde, cuando me dieron el traslado a Barbastro, regresé y creé la unidad de VIH.
¿Cómo recuerda esos primeros años en el Hospital?
Fuimos valientes porque no sabíamos qué nos íbamos a encontrar. Pero teníamos tantas ganas… Y veníamos de una promoción bastante buena con profesionales que habíamos trabajado en Barcelona, Madrid o Zaragoza. De hecho, muchos de ellos ahora son jefes de servicio en hospitales de otras comunidades autónomas. Barbastro consistió en un hospital de paso, pero de calidad, con gente joven y bien formada.
¿Cómo ha cambiado el hospital desde entonces?
Antes se trataba de una medicina muy clínica y ahora, muy técnica. Actualmente también se tratan y curan más enfermedades.
Por otro lado, el factor humano ha disminuido y se ha masificado todo mucho. A veces, el Hospital de Barbastro en el ámbito del personal ha ido muy por detrás de otros centros de Aragón, lo que supone un estrés muy grande para los internistas.
¿En qué ha contribuido la Asociación al hospital?
Hemos incentivado a los residentes y a realizar bastantes cursos de formación. A su vez, hemos celebrado varias ediciones de las becas Martínez Vargas para hacer un trabajo de investigación, dentro de las posibilidades del hospital. Hablamos de un centro asistencial, por lo que aquí se hace investigación clínica epidemiológica básicamente. Pero otros profesionales de otras especialidades han hecho sus pinitos.
¿Y la del hospital a Barbastro?
Este hospital ha sido fundamental. Se trata de una de las empresas más importantes ya solo por los trabajadores. Además, ofrece un servicio a la comunidad muy importante y de calidad.
¿Cómo podemos atraer nuevo talento al hospital?
Lo primero que los jóvenes deben hacer consiste en una perspectiva vital de qué tipo de vida quieren llevar. No es lo mismo llevar una vida familiar que una más de fiesta, viajes… Si quieres familiar, esta zona es ideal. Profesionalmente, para trabajar unos años se trata de una buena opción. Aquí se trabaja mucho, pero muy bien.
Se despide ya de este hospital.
Y no lo llevo mal. Me fui con los últimos años de la Covid-19, que los recuerdo muy duros… En España se trató de un golpe muy fuerte, así como en otros países. Mi hija se encuentra trabajando como enfermera en Noruega. En ese país, el 50 por ciento de las enfermeras abandonó la profesión con la Covid-19. Para que se hagan una idea… Por lo que yo me sentí bastante aliviado cuando me jubilé. ¡Y eso que aún prorrogué un año! No sé por qué… Pero me fui dando cuenta de que ya debía retirarme, y no pasaba nada.
Mi mayor satisfacción, que muchos de mis residentes son mis médicos ahora. Espero haberlo hecho bien porque si no…