Desde hace unos meses y por dos veces por semana cojo el autobús urbano de Huesca. Es la hora punta de la mañana en que van los niños al colegio. Va lleno a rebosar, parecemos sardinas en lata. Pero hay algo que no llego a comprender: los niños van sentados en el asiento, mientras padres o abuelos a su lado, de pie.

También yo he acompañado a mis nietos al colegio, pero solo han ido sentados si había asientos disponibles, aunque hubieran pagado su billete; si no los había, quien iba sentada era yo y ellos sentados en mis rodillas. El otro día, sólo una señora africana llevaba el niño sentado en las rodillas. Si todos hicieran así habría más espacio para el resto de viajeros.

No entiendo que con la vitalidad que se tiene a esas edades, tengan que ser los niños los que vayan sentados. Me parece que los estamos criando como en una burbuja de comodidad, haciéndolos egoístas y desconsiderados con las personas mayores. Cuando no estén, o no puedan los padres o los abuelos darles las comodidades a que están acostumbrados, ¿cómo se comportarán? ¿Serán igual de exigentes?

En El Cruzado Aragonés de la semana pasada, en la sección de opinión, se vinculaba la violencia infantil y juvenil, cada vez más extendida, con el consumo de pornografía a unas edades cada vez más tempranas. Yo la vincularía también a ese presunto “derecho” de conseguir todo lo que apetece sin ninguna traba ni objeción.

Estamos dando a nuestros hijos y nietos todo lo que quieren, quizá por ese falso sentido de que en nuestra infancia tuvimos que renunciar a muchos deseos. Como ejemplo sirva el que el otro día vi a un niño que no tenía más de cuatro años con un patinete eléctrico. ¿De verdad este niño tenía edad para llevar un objeto como ese?

Sé que ser padres no es fácil, que los niños no vienen al mundo con un manual de instrucciones, pero como personas adultas deberíamos pensar que no hacemos ningún daño a los hijos si los educamos en el respeto y la responsabilidad individual.

En el colegio les enseñan conocimientos y cultura, pero los valores y prepararlos para que se enfrenten a las dificultades que les deparará el futuro, se enseñan en la familia. Corresponde a los padres que lo hagan de la mejor manera posible.