Cada 12 de febrero se celebra el Día Internacional contra el uso de niños soldado. Los niños y niñas soldado son aquellos menores de 18 años que, tras obligarles a separarse forzosamente de sus familias, son obligados a unirse a un grupo armado para participar de acciones violentas. Se incluye también en esa categoría a las niñas y a quienes se haya reclutado con fines sexuales o para obligarlas a casarse.
Se calcula que hay unos 300.000, si bien es muy difícil hacer un “censo” de estas criaturas.
Estos pequeños aportan “ventajas adicionales” a las bandas armadas, ya que obedecen sin rebelarse ni organizarse, son fácilmente reemplazables, además de fanáticos en su adhesión al grupo. Son obligados a servir como señuelos, detectores de la posición enemiga o guardaespaldas de sus comandantes. A menudo, también se les utiliza como porteadores de munición, agua o alimentos y como cocineros. Las niñas cumplen una función de objeto sexual para los adultos.
Algunas empresas que comercian con armas fabrican armamento muy ligero y más corto pensando en que sea utilizado por estos niños y niñas.
Hay muchas organizaciones, Congregaciones religiosas y colectivos humanitarios que hacen una encomiable labor para reinsertar a estas criaturas. Algunos de estos niños y niñas –muy pocos– que han conseguido abandonar a los grupos paramilitares temen volver a sus comunidades porque sus vecinos han presenciado su participación en los crímenes. El coste personal que deben pagar los niños y las niñas soldados es muy elevado: insensibilizados y profundamente traumatizados por la experiencia vivida, a muchos les siguen asediando los recuerdos de los abusos que presenciaron o que les obligaron a cometer.
En pleno siglo XXI este tema es un gravísimo escándalo internacional. No podemos mirar hacia otro lado ante esta situación. Debemos denunciarla con todas nuestras fuerzas. Por otra parte, hoy, más que nunca, urge una educación para la no violencia y la paz.
Nos lo decía Ghandi: “No hay caminos para la paz…la paz es el camino”. Hagamos, pues, ese camino juntos. Nuestra indiferencia es un acto de complicidad.