Barbastro

María Luisa Berzosa: «No basta con sacar las imágenes fuera del templo, hay que vivir en el día a día la fe que se proclama»

La pregonera en 2025 de la Semana Santa de Barbastro subraya que ser cofrade no se reduce sólo a estos días, pues implica un estilo de vida

Mª Luisa Berzosa
María Luisa Berzosa, religiosa de la congregación Hijas de Jesús ha participado en 3 sínodos. S.E.
Lola Gª Casanova
12 abril 2025

Con 21 años entró en la Congregación de las Hijas de Jesús (jesuítica) y ahora, ya con 80 cumplidos, sigue en activo. Estudió Filosofía y Letras, da una gran importancia al lenguaje y aparece en un reportaje de la página web de RTVE como una de las 30 mujeres que están cambiando el mundo. Sucede a José Beltrán, quien fue pregonero en 2024.

Usted ha participado en tres sínodos, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de sínodo?

Pablo VI pensó que el Papa no puede gobernar solo la Iglesia. Así que instituyó el Sínodo de los Obispos. Como cualquier organización, el líder cuenta con un equipo que le ayuda. Con el tiempo, el Papa Francisco lo ha retomado y, además, lo ha destinado también a abordar temas importantes de la Iglesia. Por eso se han dedicado a la familia, a la palabra de Dios, a la Amazonía… Se trata de una encomienda a un grupo de obispos que, al final, le entregan al Papa el trabajo realizado. Y con eso, el pontífice redacta una exhortación. 

El actual sínodo se convocó entorno a la sinodalidad. Sínodo significa caminar juntos y eso ha querido el Papa, un espacio no ceñido solo a prelados. En esta ocasión hemos participado muchas personas: sacerdotes, laicos, casados, consagrados… No olvidemos que Francisco habla a menudo de sínodo como pueblo de Dios y donde entramos todos. Porque esa dignidad que nos otorga el bautizo como hijos de Dios es lo que nos convierte en pueblo de Dios. Y, evidentemente, en él conviven diversas vocaciones. 

Usted que ha participado en varios sínodos y dice que, como mujer, se cuela por las rendijas, por los espacios que existen. En un momento en el que la Iglesia mira hacia fuera, pero también dentro, ¿qué asignaturas pendientes afronta la Iglesia hoy? 

Todavía quedan pendientes asuntos de integración y de acogida universal, de no excluir. Ahí están los divorciados y vueltos a casar, la diversidad sexual, sacerdotes secularizados. Se trata de grupos que mantenemos en el margen, a las puertas. Y, o no les dejamos entrar o cuando entran, no les hacemos la vida fácil. Estos asuntos se encuentran sobre la mesa y en estudio.

Acoger a estas personas, ¿exige un cambio de normas o bien existe sitio para ellas dentro de las actuales?

Las dos cosas. Yo creo que implica una mentalidad de acogida y también de modificar. Disponemos del Derecho Canónico, el Catecismo de la Iglesia Católica como códigos legislativos. Sin embargo, las leyes están para las personas no al revés. Eso aparece en el Evangelio, el mismo Jesús afirmó que el sábado está hecho para el hombre. Por tanto, los criterios se deberían adaptar a las situaciones que nos presenta la sociedad. No podemos mantener el mismo discurso a una sociedad que ha cambiado como si tal trasformación no hubiera existido. Ahora mismo, el anuncio no llega porque no se da conexión entre receptor y emisor. En la realidad en la que mucha población se encuentra no llega el mensaje de la Iglesia de forma inteligible, acogedora, sin condiciones. Ya hay comisiones encargadas de estos temas, aunque el ritmo es más lento del que quisiéramos. 

Ahora, en España, las catequesis se viven como meramente finalistas. Cuando se consigue el sacramento, se desaparece de las parroquias. 

Este hecho, innegable, indica con claridad un cambio que debemos atender. Habrá que ver cómo se modifican las catequesis, cómo se transforma la invitación a formar parte de la Iglesia, ¿a través de la catequesis o de otras maneras? 

En algunos lugares se han creado grupos de jóvenes, y no tan jóvenes, que se reúnen desde sus coordenadas, desde su situación. E insisto, no hay que ofrecer las respuestas de ayer, sino las del mañana. Aquí radica la trampa, en dar soluciones de ayer a los problemas de mañana.

También debemos cuidar el lenguaje y el modo de dar las catequesis. Hay que reinventarse, se requiere creatividad. Y esto implica, de nuevo, que las normas no se vivan como un corsé que no se puedan modificar. 

Pero algunas confesiones protestantes han puesto en marcha cambios y no se ha traducido ni en un aumento de fieles, ni más comprometidos.

La caída de la práctica religiosa cuenta con muchos factores que influyen. En nuestro país, durante años se trataba de una costumbre impuesta y por ello, ahora se vive, el movimiento pendular. Pero en esa dinámica que oscila entre la obligación a la nada, encuentro mucha gente que indaga. Existe una búsqueda profunda de la espiritualidad y del silencio. Surgen otras formas y a esto debemos prestar atención, a estas evoluciones que muestran el dinamismo de la sociedad. No condenarlo y censurarlo como si todo fuese negativo. Sino ver y ahondar más allá de las apariencias porque se aprecian brotes verdes.

Y en Semana Santa, ¿cómo nos planteamos salir a la calle en una sociedad secularizada? 

A priori, un signo paradójico y contradictorio. Se trata de situaciones, como en Barbastro, que cuentan con tradición y una fe popular que se muestra en público. No obstante, no basta con sacar las imágenes fuera de los templos, hay que vivir esa fe que se proclama. Cuando pasamos por las calles también encontramos a personas que permanecen en las cunetas de la sociedad. Pues que las procesiones no se queden solo en pasar sino en encontrar, en preocuparnos por los demás. La Semana Santa, en particular, significa una llamada a hacernos cargo de los heridos de la vida.

¿Cómo se prepara un pregón de Semana Santa? 

A mí me ha costado tiempo y reflexión. Yo voy a expresar qué significa la Pasión del Señor, como tiempo litúrgico importante, y como centro de nuestra vida cristiana. Cómo la traducimos en la vida. Ser cofrade implica un estilo, una opción, una manifestación que mostramos en la calle un día, pero que no se puede reducir sólo a eso. La Semana Santa, y su manifestación en las imágenes y los pasos, representan un momento fuerte de un camino que hacemos en lo cotidiano.

La fortaleza de nuestra fe se nota también en la oración. Quizá, y sobre todo los laicos, hayamos dejado de lado esta dimensión en unos tiempos en los que la misa dominical no parece suficiente.

En efecto, en el tema de la oración radica un aspecto fuerte de la vida cristiana y hoy se necesita más oración, precisamente, porque vivimos en una sociedad llena de ruido, sometidos a un bombardeo constante de información. Y la oración va ligada al silencio. Describo la oración como el hilo profundo que nos sostiene y mantiene unidos al Señor en lo cotidiano. 

Usted resalta el aspecto de lo ordinario.

Nuestra vida se desenvuelve en lo aparentemente pequeño, en lo de cada día, en la rutina, aunque cada jornada traiga su emoción. No podemos esperar otros escenarios, ni otras teatralidades. El mismo Dios se encarnó y se hizo uno de nosotros. Si no es la realidad que nos toca: ¿dónde proyectamos la fe? Porque entonces corremos el riesgo de reducirla a algo intimista y separarnos del mundo, como si el mundo fuera malo. 

Donde estamos plenamente metidos, en el trabajo, en la familia, en la parroquia, en las amistades… es ahí donde se nota nuestra fe. No podemos salirnos de ahí.

Sigue muy activa, cuando profesó, ¿se imaginaba hasta dónde le iba a llevar su vida de religiosa?

Mi vocación me ha llevado a ocupar lugares dentro de la Iglesia impensables hace 50 años. Participar en los sínodos me ha metido en una dimensión universal que me permite ver lo plural y rica que es la Iglesia católica. 

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