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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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Objetivo: democracia auténtica

Sol Otto Oliván Al levantar la vista
04 noviembre 2024

Mira que hay temas esta semana para escribir una crónica demoledora sobre la clase política que nos gobierna, pero yo estoy hoy en otra dimensión, no sé, es que ya cansa seguir con lo de siempre. Empieza a ser aburrido tratar de encontrar un sentido a lo que ocurre en este país nuestro, que presume de democracia mientras exhibe tintes autoritarios y tiende a borrar toda huella de componendas en turbios asuntos de pasta –presuntos, siempre presuntos–; y se escabulle de las conductas escabrosas –presuntas– de un socio a quien empiezan a lapidar sus anteriores correligionarios, socios, también anteriores, de este gobierno. Así que dejo estos temas ya muy trillados, ni siquiera hago escarnio del personaje que ha sido Errejón, sobre todo, porque yo sí creo en la presunción de inocencia y recuerdo a otros famosos a los que desollaron por presuntos abusos y resultaron absueltos. Eso sí, que nos dejen ya de dar la murga con los códigos de ética; que dejen de inventarse nuevos cursillos de doctrina feminista descafeinada; que se apliquen ellos su moralina; que dejen de utilizarnos a las mujeres como si fuéramos menores, imbéciles e indefensas, todo de vez.

Ya ve, querido lector, que no soy consecuente. No quiero hablar y hablo. Es que me subleva que estemos en una situación tan cutre, se mire por donde se mire. Me sublevan también las acusaciones anónimas vertidas en redes sociales a las que muchos acuden y otros muchos creen a pies juntillas. Que llamen a eso libertad de expresión también me subleva: eso es alcantarilla pura, que no nos confundan. Todos contando sus miserias, sus historias de alcoba o de retrete sin pudor de ningún tipo, con la excusa de que tienen que denunciar para que los monstruos machistas sean arrinconados. La denuncia o lo es firmada y presentada en el conducto que corresponda, o no es nada. Y la denuncia, ya presentada en su sitio, luego dará lugar a un procedimiento en el que el derecho de defensa es fundamental, no hay que olvidarlo. El linchamiento no es de recibo en un estado de derecho y éste nuestro lo es ¿no? No hay más que hablar.

No hay que hablar más ¿o sí? Este fin de semana le he hincado el diente a un ensayo recién publicado de título Objetivo: democracia. Narra la época que transcurrió entre la muerte de Franco, el 20-11-1975 y el 15-6-1977. Es cierto que se ha hablado y escrito bastante de la transición, pero este librito narra de manera fluida aquel año y medio convulso e interesante y se lee bien. Lo traigo a colación porque ahora se abomina de aquella época, sobre todo por los correligionarios del sujeto en cuestión y sus adláteres. Yo cada día reivindico más aquel momento, con sus luces y sombras, por supuesto. Y es que no hay más que leer aquellos discursos y compararlos con estos de ahora: no hay color. Incluso las triquiñuelas que se utilizaron para ir a un régimen de libertades desde la dictadura se antojan audaces y hasta se percibe el arrojo de muchos, algo que ahora brilla por su ausencia. En aquellas Cortes primeras salidas de las urnas, los Diputados hablaron con corrección y defendieron con argumentos políticos e ideológicos sus posturas: ahora no hay más que gritos, reproches, monsergas gastadas y poco originales, consignas que repiten como loritos. Hoy tenemos un ramillete de oradores que no saben hablar, sólo cacarean y ni siquiera saben leer los discursos que otros les preparan…

Hay que hablar, por supuesto y no dejar que nos embauquen o que nos despisten de lo esencial con historias truculentas. No somos menores, no somos imbéciles, ni las mujeres ni los hombres, que nos respeten un poco y, al menos, que no ofendan nuestros oídos y aprendan a hablar con propiedad.

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