Esta es una historia verídica, acaecida muy recientemente. Tanto que ha tenido lugar en Huesca en estos últimos sanlorenzos. Sé que es cierta porque quien me la ha contado merece toda mi credibilidad.
Ya sabemos que a las fiestas de San Lorenzo en Huesca acuden gentes de toda España. Me atrevo a decir que también del extranjero. El primer día de las fiestas, un grupo de jóvenes de veinte años, amigos desde que hicieron juntos el bachillerato, iban por la calle cuando se dieron cuenta de que una joven se había unido a su grupo. Como nadie la conocía, fue al cabo de un rato que decidieron hacerle algunas preguntas como si sabía dónde estaba, dónde estaban sus amigos, si los conocía a ellos… para asegurarse si estaba bien. Por las respuestas confusas que daba comprendieron que no tenía ni idea de nada y que parece ser que había ingerido algunas pastillas que le nublaron el entendimiento. Parece ser que la joven había venido de Barcelona con un grupo de amigos y creía que estaba en esa ciudad.
Estos jóvenes llamaron a sus padres que no respondieron (eran altas horas de la madrugada), como tampoco lo hicieron sus amigos, que supuestamente estaban en Huesca. Posiblemente estaban en algún grupo ruidoso como sucede en las fiestas y no oyeron la llamada. Entonces estos jóvenes llamaron a la Cruz Roja para que se ocuparan de atenderla debidamente y no la dejaron hasta que estuvo en buenas manos.
Y ahora la reflexión sobre las actitudes de las personas involucradas en este suceso. En primer lugar, la de estos jóvenes que estuvieron atentos a las necesidades de la joven y la acompañaron hasta dejarla atendida.
No así la de sus supuestos amigos que la dejaron sola o, quizá, ni se enteraron de que la habían perdido. ¿Iban ellos colocados también? Es una pena que, quizá por unos momentos de euforia, no se den cuenta de los estragos que la droga puede hacer en las personas.
En relación a los padres de la joven que no respondieron a la llamada del teléfono, es posible que tuvieran un sueño tan profundo que no oyeron el sonido, pero también puede ser que no estuvieran preocupados por su hija porque confiaran en ella.
Pienso en la importancia de la familia para educar a los hijos en valores como la empatía, la solidaridad, el respeto y todos los que sirvan para una convivencia en paz y armonía.
Así construiremos un futuro más justo y más fraterno en un mundo en el que poder vivir como personas con sentimientos humanos.