Hace unos días estaba descansando en unos bancos del mobiliario urbano de la ciudad, cuando pasaron por delante de mí dos adolescentes en sendos patinetes. Pararon un momento para intercambiar unas palabras y luego siguieron su camino.
Ni los conocía ni tenía porqué importarme lo que hicieran, pero dada su edad pensé que qué necesidad tenían de desplazarse de ese modo. Se supone que a esa edad interesa el ejercicio físico, que nunca está de más.
Y como la mente es la loca de la casa como la llamaba una escritora, no recuerdo cuál, me dio por pensar también que ese es un vehículo muy cómodo para desplazarse rápidamente cuando hay urgencia, en especial para los que tienen que ir de un lado para otro de la ciudad por cuestiones de trabajo. Es rápido, cómodo, fácil de aparcar y supongo que poco contaminante…
Otra cosa es cuando se usa por capricho; y conste que no tengo nada contra los caprichos, a veces, regalarse alguno hace bien. Pero en aquel momento me vino a la mente la imagen de un niño que no tendría más de cuatro años con un patinete eléctrico de su medida en la mano. Iba acompañado de su madre, pero, ¿qué hacía un niño de esa edad con un patinete eléctrico? Y cuando se utiliza para asustar a los peatones pasándoles rozando a toda velocidad, para luego alejarse muertos de risa… No me lo han contado, lo he vivido. He oído que no está permitido ir más de una persona en esos vehículos, pues no dos, sino hasta tres he visto por las calles. Supongo que hasta que haya algún accidente y entonces veremos quién es el culpable.
Como con todos los inventos, es importante utilizarlos con criterios sensatos. Parece que a las novedades todos nos apuntamos, pero hay que saber hasta donde se puede llegar.
Posiblemente con esto pasará como con los móviles, que han sido un gran invento, que nos ha ayudado mucho en situaciones difíciles, hasta que se han convertido en un artículo al alcance de todos y en un problema de adicción, hasta el punto que el Gobierno ha tenido que tomar cartas en el asunto y regular, entre otras cosas, las edades en las que un niño pueda tener acceso al aparato.
Los inventos se hacen para facilitar la vida, pero sería bueno valorar, en primer lugar, si los necesitamos y, en segundo lugar, si de verdad nos van a facilitar la vida. No les vaya a pasar como a mí, que hace muchos años creí que una licuadora iba a ser la maravilla que me ayudaría en la cocina para elaborar unos ricos zumos. La debí utilizar unas cuatro veces hasta que su limpieza me ocasionaba más problemas que beneficios y la regalé. Desde entonces uso un exprimidor de plástico de los de toda la vida. Y que su limpieza es muy fácil.